Pocos serán ya los cacereños que guarden recuerdos de hace ochenta años. Se dice que los españoles somos la gente más longeva después de los japoneses y los suecos; pero también somos la gente más olvidadiza ante el ‘hacha’ del verdugo.

Por ello, aquel desdichado año de 1937 está demasiado lejos en el tiempo para despertar en nosotros viejas emociones, temores y terrores como los que sacudieron a Cáceres por aquellas fechas. La Guerra Civil, los juicios ‘sumarísimos’ - sin pruebas ni procesos -, la represión general contra ‘masones y comunistas’, contra ‘ateos y republicanos’, basadas en acusaciones infundadas que llevaban al ‘paredón’ del cementerio… Fueron secuencias y acontecimientos que, seguramente, los que las vivieron procuraron olvidar en cuanto tuvieron ocasión para ello; pero, la Historia es implacable y guarda en sus enormes anaqueles las huellas y recuerdos de todas las tropelías y abusos que los vencedores intentaron borrar, aplicando lijas y abrasivos a la memoria de los pocos que quedaron para contarlo.

Pero, «quien olvida su historia está condenado a repetirla», axioma que han repetido varios pensadores y poetas --quizá empezando en Cicerón-- para remarcar la trascendencia de recordarla, conservarla en sus legajos y procurar no despreciar sus enseñanzas si queremos mejorar el futuro. Por todo esto creo muy oportuno, a los ochenta años de que ocurriera, poner de nuevo ante mis lectores, aquella deplorable escena de la Navidad de 1937, en la que el alcalde electo de Cáceres, Antonio Canales González - desde los famosos comicios de 1931, en los que España cambió de régimen político - fuera acusado, sin pruebas ni testificaciones, de ‘sedición’ y ‘rebelión’, ante un tribunal militar, que le condenó a ser pasado por las armas, en el paredón del cementerio, junto a otros 33 acusados y juzgados por el mismo delito, en las horas del alba del día 25 de diciembre - Día de Navidad - de aquel año.

Muy pocos cacereños pueden evocar ya, de primera mano, quien fue y qué hizo Antonio Canales. Quizás ninguno lo recordaría, si no fuera porque otro de sus sucesores en la Alcaldía: Juan Iglesias, acordase en un Pleno Municipal nominar con su nombre la llamada Plaza de Italia - la plaza de las ‘Casas Baratas’, que Canales había gestionado en su construcción, en la colina de ‘Peña Redonda’, para alojar a familias obreras de clase humilde, mediante los fondos de la Caja de Previsión Social, que como Alcalde presidía.

Antonio Canales, el alcalde fusilado en Navidad, también había promovido la remodelación urbana de Cáceres, el trazado de Avenidas como la del ‘1º de Mayo’ y la Avda. de ‘La República’ - que hoy conocemos como Avda. ‘Virgen de La Montaña’; en ella se construyeron durante su breve mandato la Escuela de Magisterio y el edificio del Gobierno Civil. Remodeló la Calle ‘Colón’ y lo que hoy llamamos Plaza de ‘Los Conquistadores’- que él bautizó como Plaza de ‘La Independencia’ - con nuevos bloque de viviendas sociales.

Promovió en Madrid - porque también los cacereños le eligieron Diputado del Congreso - la construcción de una nueva Prisión Provincial y de un nuevo Cementerio Municipal, para cerrar las viejas instalaciones, que ya estaban en ruinas. Y, quizá lo más original de su fértil mandato: inscribió a la Virgen de la Montaña como afiliada de la Unión General de Trabajadores (UGT), por su trabajo en favor de la ciudad, como Patrona celestial de ella. No debemos olvidar que durante los años de su gestión como Alcalde, mantuvo con sus concejales socialistas todo el ritual de las Fiestas Patronales. Procesión a La Montaña, Novenario en Santa María, entrega del ‘Bastón de Mando’ de la Alcaldía en la Fuente del Concejo y Misa solemne dedicada a la Virgen en la Iglesia Mayor. Me conformo con que todos los cacereños recordemos de nuevo - a los ochenta años de su asesinato - la figura irrepetible del Alcalde Canales.