Vicente está en todas partes. Si sales, está a la espera en la puerta, y si subes un par de pisos, no hay duda de que estará arreglando algo a algún vecino o bajando las escaleras. Es el conserje del número 19 de la avenida Virgen de la Montaña, un edificio en el que todo transcurre con normalidad, la clientela de los negocios que se encuentran en los primeros pisos entra y sale y los vecinos dedican la mañana al trabajo. Pocos han llegado al rozar al mediodía. Es un edificio cualquiera, sin más sobresalto, salvo porque justo hace un año protagonizó uno de los sucesos que sobresaltó a la ciudad. En la madrugada del 14 de noviembre al 15 de noviembre, una explosión en la última planta del bloque despertó a los residentes que ya se encontraban en las camas. El humo y las llamas se avistaron prácticamente en toda la ciudad.

Un escape de gas propano en el 4º H acabó con la vida del odontólogo Germán Rodríguez Prieto, diez personas fueron atendidas por inhalación de humo y crisis de ansiedad y una treintena de familias tuvieron que se desalojadas. El bloque se encontraba anexo a los multicines, por este motivo dos salas tuvieron que ser precintadas por seguridad. El fallecido tenía 56 años y llevaba casi treinta años al frente de su clínica dental. La policía científica mantuvo abierta la hipótesis sobre si la explosión fue fortuita o intencionada. Los vecinos fueron realojados durante días en un hostal que puso a disposición el ayuntamiento en la avenida Alemania, aunque muchos prefirieron pasar su tiempo junto a sus familiares.

De eso ya ha pasado un año y aunque en el bloque ha retomado la calma, aún queda un poso del suceso. Nena Cordero reside en el 3 H, un piso más abajo de donde se produjo la explosión. Hay vecinos que prefieren hablar del suceso todavía, pero ella recuerda que estaba en la cama y que en un momento sintió «un terremoto». «Las ventanas estaban cerradas y se abrieron», confiesa a este diario. La cacereña que vive en ese edificio desde hace nueve años se mudó con su hermano hasta que pudiera regresar con la seguridad de los técnicos. Ángel Luis Aparicio también recuerda esa jornada. El despacho del abogado está en el primer piso y aunque él no estaba a esa hora en el bloque, vivió el incidente de primera mano porque su domicilio está en la calle contigua. Sigue lamentando lo que ocurrió y tiene palabras para el que era su amigo. «Era una buena persona», concluye.

Con respecto al proceso administrativo con las aseguradoras, todos coinciden en el «buen hacer» de la compañía responsable. «Pensábamos, ahora verás y todo se ha resuelto sin problema», añade Nena. En cualquier caso, fuentes del edificio aseguran que el suministro de gas propano se sustituirá para evitar que sucesos como este puedan no se repitan. Curiosamente, uno de los nombres que prácticamente se repite en cada conversación es el de Vicente, el conserje. Y para bien. Todos destacan la actuación ese día «que no ocurra nunca más», asegura mientras cierra la puerta y anuncia se jubila dentro de unos meses.