Manuel Espada (27-1-1958) tiene una larga trayectoria culinaria. Miembro fundador de la Asociación de Cocineros de Extremadura, cocinero de El Figón desde los años 70 y chef del restaurante Eustaquio Blanco durante los últimos ocho años, confiesa su cariño a la patrona.

--¿Cómo vive el novenario?

--Durante muchos años, cuando trabajaba en El Figón, nos daba tiempo a ir por la noche antes de que se cerrara Santa María, o temprano antes de entrar a trabajar. Además, los compañeros quedábamos muy temprano para verla pasar por San Juan el día del regreso a la Montaña. Muchos cacereños tenemos cariño a la Virgen, creemos en ella y sentimos devoción. Personalmente vivo en la zona de Vistahermosa y siempre, en algún momento del día, miro hacia arriba, es inevitable.

--El horario de la hostelería no parece el mejor para acudir a la concatedral a diario....

--Difícil. Ahora estoy lejos, pero lo que realmente me gusta es subir al santuario. Voy siempre que puedo, caminando o en coche.

--¿Recuerdos de la romería?

--Al trabajar en este sector hace años que no la celebro, los domingos son días de mucho trabajo. Pero recuerdo, cuando era niño, que muchas familias íbamos a Monte Bola y Monte Abuela. El plato típico era el frite extremeño en el campo con la tortilla de patata, estaban deliciosos.

--¿Por qué esa devoción especial de los cacereños a su patrona?

--No lo sé, pero me llama mucho la atención que cada vez que voy a la Montaña hay gente subiendo y bajando, da igual la hora, la Virgen siempre está acompañada. Por cierto que el día que nos reunimos todos los cocineros para la famosa foto de la capitalidad miramos hacia arriba y se la dedicamos a la Virgen.

--Usted atiende a muchos turistas... ¿qué dicen sobre la Virgen?

--Elogian todo el patrimonio de la ciudad y dicen que nuestra patrona tiene un lugar privilegiado, como si custodiara la ciudad.