No son pocas las muestras de sorpresa que se me han hecho llegar con motivo de mi apuesta pública por la formación política en la que actualmente milito, como si hoy ser de centro, de derechas o de izquierdas suponga ser denostado o progresista. No entiendo a aquellos que se empeñan en identificar a la derecha democrática como los herederos de un régimen en el que yo jamás he creído y al que, por suerte y por edad, prácticamente solo me he aproximado en los libros de historia y por el que solo siento el necesario y más absoluto rechazo, preciso para no olvidar aquello que no quisiera se repitiera jamás. En este sentido, y en otros muchos, me siento más progresista que nadie y no acepto que sean otros los que se apropien de tal calificativo.

Percibo una dosis de intolerancia que ni acepto ni comparto, solo me identifico como persona de coraje aplicable a todos los campos de la vida: personal, profesional y de vocación pública.

Ser de centro, ser de derechas, o lo que es lo mismo, no ser de izquierdas, no es incompatible con un ideal de justicia social al que por vocación dedico todos mis días. Defiendo los intereses de quienes se sienten discriminados, creo firmemente que la Ley debe ser y es igual para todos. Creo en los empresarios que ponen sus proyectos y su patrimonio a disposición de una mejora colectiva, en aquellos que contribuyen con su esfuerzo a la creación de empleo estable, en los que aportan a la sociedad avance tecnológico, en los que creen firmemente que su mejor potencial son las personas que con ellos trabajan para que, también, con su esfuerzo sea posible que sus proyectos sean una realidad, sin explotación, sin imposición, sino con implicación efectiva en un mismo objetivo, con retribuciones justas y posibilidad de proyección personal y profesional dentro o fuera de sus empresas. Por ello, quienes vulneran estos principios, quienes hacen ingerencias indignas en los mismos, no me merecen el mínimo respeto y seguiré luchando por los intereses de los más desfavorecidos, aún siendo lo que los demás denominan: de derechas, quien no lo respete o entienda es tan mezquino como el peor de los fascistas, absolutistas o cualquier otro calificativo equivalente a la intolerancia. Por ello, seguiré defendiendo los derechos y libertades de las personas, pertenezcan a las siglas a las que pertenezcan, pues todos los luchadores me merecen la mayor consideración. Como lo he hecho siempre, seguiré intentado ayudar al que me necesite, con orgullo de sentirme instrumento en la democracia y con entusiasmo, rasgo que me caracteriza. Quienes ya me conocen saben cómo soy y a estos no les debo ninguna explicación porque sé que tienen la certeza de que para mi las personas son el pilar de mis intereses.