Tras el pomposo nombre de rehabilitación energética se esconde algo tan sencillo como la ejecución en una vivienda de medidas constructivas, sustitución de sistemas e incorporación de energía renovable destinados a disminuir la factura energética, mejorar el confort, disminuir las emisiones de CO2 eq, eliminar condensaciones y revalorizar el inmueble.

Estas actuaciones pueden hacerse por fases teniendo en cuenta su incidencia en el consumo. WWF, en su informe del ejercicio 2012, establece que la mejora del aislamiento de la vivienda conforme a CTE reduce el consumo en un 57%, la incorporación de energía renovable en un 12% y la sustitución de sistemas por otros de alta eficiencia en un 23%.

La importancia del aislamiento, sin descuidar los sistemas (calderas, splits,-), hace que se haga necesario actuar preferentemente sobre fachadas, cubiertas, suelos, techos, tabiques de separación con zonas no calefactadas, carpintería exterior, vidrios y tuberías. El coste de la intervención puede ser bajo si se aprovecha una obra prevista con anterioridad, siendo una inversión con un periodo de retorno bajo y puede suponer un ahorro de hasta 8 o 9 veces lo invertido. Con carácter general, este tipo de intervención se hace necesario en edificios de más de 20 años y puede producir una ahorro de entre 450 y 680 º al año por vivienda tipo de 81 m2.

No podemos olvidar que para cumplir los compromisos de reducción de CO2 eq de la Unión Europea, España debería tener una tasa de rehabilitación de 400.000 viviendas al año, destinando entre un 0,5% y 0,8% del PIB. Nada desdeñable es que el empleo generado en eficiencia energética es especializado y, por tanto, se mantiene a largo plazo. Tampoco lo es que una reducción del 30% del consumo de energía en hogares ahorraría 10 veces el de Madrid en el 2009.