Dicen que todo español lleva dentro un seleccionador de fútbol. No menos cierto es que todo cacereño lleva dentro un concejal. Sobre todo de tráfico. O sea que si Santos Parra da una patada a una piedra le salen competidores a mansalva. Y si se trata de un lugar tan conocido como la plaza Mayor de Cáceres no digamos.

La plaza es tan singular que antes de hacerle la enésima remodelación ya estaba prevista la siguiente. Parece que no hay manera de encontrarle su destino. Porque ha tenido muchos a lo largo de la historia. Lugar de reunión, mercado, paseo con palmeras y aventuras de Roberto Alcázar y Pedrín. Hasta ha sido aparcamiento, gratuito y de pago.

Ahora no se sabe lo que es. Pudiera ser un gran tendedero con enormes sábanas puestas a secar; tal vez un jardín de quiero y no puedo; quizás un paseo sin sombras.

Como yo también tengo vocación de concejal de tráfico me arrogo el derecho a expresar mis ideas. La primera, que se deje exenta la muralla. Si no lo hacemos ahora --ciudad patrimonio de la humanidad, opción a capitalidad cultural europea--, no tendremos mejor ocasión ni tantas oportunidades de financiación.

La segunda, una bandeja, pero no como ésta, que es de todo a cien, y las mesas de los bares en su interior sombreadas por árboles autóctonos.

¿Sería una herejía crear un centro de ocio debajo de la bandeja?. Y toda peatonal. ¿Cómo habrá podido sobrevivir el comercio del centro de Salamanca, por ejemplo, tras muchos años de peatonalización? Pues no solo ha sobrevivido sino que ha progresado. Porque si el personal no baja a la plaza tendrá sus razones. ¿Qué le ofrece la plaza? ¿Qué hay en la plaza que no tenga al lado de su casa?.

Los centros históricos se han abandonado en muchos sitios de España y el mundo y su recuperación pasa por hacerlos atractivos tanto por parte de las instituciones como de los industriales.