Uno de los grandes problemas que tiene la sociedad cacereña es la ausencia de una sociedad civil dinámica. Las asociaciones de vecinos son una de las instituciones que estaban llamadas a llenar ese espacio pero tras algunos años de relativo esplendor parece que han decaído en su cometido por muy diversas causas. Quizás sea la hora de replantearse su finalidad, objetivos y operatividad.

Es sabido que en Cáceres las asociaciones de vecinos nacen desde el poder, concretamente desde el ayuntamiento, y ese origen las ha mediatizado, de la misma manera que su dependencia de los presupuestos del ayuntamiento. Por otra parte no ha existido una planificación razonada y por lo tanto han ido surgiendo en cada barrio unas veces por reclamación de un grupito de personas y otras por necesidades electorales.

La cada vez menor participación de los vecinos, a excepción de las matanzas y migas con chocolate que concitan una numerosa concurrencia, y las dificultades para encontrar un presidente de la agrupación ponen de manifiesto que son necesarios cambios urgentes. Quizás sea la hora de hacer un replanteamiento y caminar hacia la fusión de algunas y la desaparición de otras que están prácticamente muertas. Tampoco sería ocioso analizar si es rentable socialmente la existencia de tantas sedes o mas bien habría que ir hacia dos o tres centros cívicos estratégicamente situados, mejor dotados y gestionados profesionalmente.