Profesor

Ya se sabe que uno de los principales problemas de nuestra época lo originan los residuos. Las afueras de pueblos y ciudades se han convertido en un basurero de automóviles. A no muchos metros de ellos un montón maloliente da fe de otros restos. Las administraciones legislan para evitar que dentro de muy poco estemos envueltos en basura. Pero el personal no es muy consciente o simplemente es muy vago, pues los resultados no son tan felices como debieran.

Ahora comenzaremos en nuestra ciudad a separar los restos orgánicos de los inorgánicos. Menuda papeleta. Será necesario escribir el vademécum del usuario de la basura. Los orgánicos no deben representar dudas de manera que las bolsas se llenarán de peladuras de naranjas, filetes como suelas, espinas, aunque pocas, y garbanzos. Pizzas y espaguetis ni uno. Al personal habrá que aclararle que las conchas de las almejas, las de comer, son orgánicas, y los preservativos usados son inorgánicos a pesar de que no haya muchas cosas tan adecuadas para el órgano. Dentro de los inorgánicos será necesario diferenciar entre cartón y papel, vidrio y lo que no es ninguna de las tres cosas, como por ejemplo las latas de sardina y el osito de peluche de la niña, que aunque por lo de osito sea orgánico, por lo de peluche debe ser de plástico. O sea, que el personal debe disponer de tres o cuatro bolsas diferentes para alojar las distintas clases de residuos y luego tratar de encontrar tres o cuatro recipientes colocados por los servicios de limpieza en su apropiado lugar. Y además de tener puntería para alojar las bolsas en su correspondiente contenedor. No sé si será exigírseles demasiado. Creo que la solución está en inventar el contenedor inteligente, que él solito sea capaz de separar los distintos residuos.