Hace unas semanas entró una argentina en Retales Manolo, en la calle Moret, en busca de toallas. Al dueño del negocio, Diego Bravo, le dijo que las quería para el rodaje de una de las series, la de Still Star Crossed, y que ella trabajaba en decoración. Y a Bravo se le encendió una bombilla. «La llevé a la tienda grande, al almacén, para enseñarle todas las cosas que teníamos aquí. Quedó encantada. Pensaba que muchas cosas no las iban a encontrar en Cáceres, que iban a tener que ir a buscarlas a Madrid», explica.

A raíz de ese encuentro, los viajes a la tienda han resultado frecuentes. «Necesitan cosas nuevas prácticamente todos los días. Se han llevado telas, plásticos, cortinas o un protector de un colchón porque, en una de las escenas, tenían que echar agua sobre uno y no querían que se empapara». Y también señala las preferencias de búsqueda de la producción estadounidense. «Hay tejidos que imitan los antiguos del Renacimiento, como las telas adamascadas. Aunque, realmente, se llevan de todo», refleja.

Afirma Bravo que una de las peticiones respondía a la necesidad de recrear un lupanar del siglo XVI con todos sus elementos decorativos. Por ello, o para otras escenas de interior, los responsables de la decoración de la producción americana también han sondeado a los anticuarios de la ciudad para encontrar muebles antiguos. El propietario de Retales Manolo describe las particularidades del vestuario de la serie. «Solo el traje de una persona puede requerir hasta cuatro tipos de telas diferentes entre pantalón, camisa o chorreras», sostiene.

De las otras dos series, La catedral del Mar y Juego de Tronos, apunta que no ha recibido noticias. De los primeros, dice Bravo, «no sé realmente si ha venido alguien. Desde luego no se ha presentado». Y de los segundos cuenta que suelen ir a todos los lugares del rodaje con el material comprado. «Me han dicho que si les hace falta una silla, se la traen en avión». Con todo, celebra la presencia de las producciones en la ciudad. «Creo que tenemos la gallina de los huevos de oro y nadie se entera. Conozco a alguien que fue a Estados Unidos tan solo para conocer las escales donde cayó el cura de La niña del exorcista. Creo que si Cáceres estuviera en América, ya habríamos ido a verla».