Fernando IV le concedió a Cáceres las rondas, que era el espacio extramuros circundante a las murallas, que al tener carácter defensivo no se podía utilizar para poder ver quien se acercaba a las murallas y ni el Concejo ni los vecinos podían disponer de él dada la función estratégica que tenía.

A partir del documento señalado en el artículo anterior --Las rondas de la Villa (I)--, la Villa podría comenzar su desarrollo extramuros de la ciudad antigua, creando barrios para que pudiesen vivir en ellos agricultores y artesanos.

Los gremios cacereños construyeron sus casas en estas rondas y todavía hoy en día se conserva el nombre de las calles gremiales. Los caleros construyeron sus casas entre la Puerta del Río y la de Coria; los zapateros entre el baluarte de la Puerta de Coria y el ángulo noroeste de la muralla; los pintores desde la plaza a San Juan, no exactamente junto a la muralla pues había zonas abruptas que impedían su construcción; desde San Juan se instalaron la calle de los carniceros, la de los horneros, la de los herreros, etc. y hasta los judíos colocaron sus tiendas apoyándolas en la zona oeste de la muralla, desde el final de la calle Zapatería hasta la torre de Bujaco.

Según señala Floriano Cumbreño: «De este modo quedaron aprovechadas las rondas concedidas por el Privilegio que anotamos, y el cual fue otorgado, según en el mismo se expresa, a ruego de Diego García, Almirante de la mar y Mayordomo de la Reina Doña Constanza».

Al igual que ciudades como Córdoba, Sevilla o Algeciras, sería bueno que Cáceres dedicara una calle o plaza a recordar la figura de Fernando IV de Castilla, que tanto bueno hizo por el desarrollo urbanístico y la modernidad de la Villa.