La contaminación acústica puede llegar a producir en el ser humano daños más allá de los meramente auditivos, ya que repercute en la calidad de vida, pudiendo afectar a la salud y al comportamiento de las personas. Incluso puede causar efectos psicológicos y sociales.

En cuanto a perjuicios de carácter auditivo, el exceso de ruido puede provocar acúfenos --sensación auditiva que no corresponde a ningún sonido real exterior que alguna vez hemos percibido como un silbido--, fatiga auditiva o la pérdida progresiva de la audición. Esta pérdida se debe a que el ruido poco a poco va matando las células auditivas, las cuales no se regeneran, al igual que muchas otras células de nuestro organismo. Además, como la pérdida es paulatina, la persona tiende a pensar, erróneamente, que se han acostumbrado al ruido.

A su vez, la fatiga es una pérdida temporal de la sensibilidad auditiva debido a la exposición a altos niveles de contaminación acústica. Al dejar de estar expuesto, esta fatiga disminuirá gradualmente hasta recuperarse completamente. Sin embargo, si el oído vuelve a ser expuesto a altos niveles de ruido antes de la recuperación se producirá un nuevo cambio en el umbral que podría hacerse permanente si estas exposiciones son habituales.

Además, una excesiva contaminación acústica no solo daña el oído, también puede afectar psicológicamente, deteriorar la memoria e incluso perjudicar el embarazo en mujeres. Entre los efectos se encuentran: insomnio o dificultad para conciliar el sueño; fatiga y estrés --por el aumento de hormonas como la adrenalina--, depresión o ansiedad; irritabilidad y agresividad; histeria y neurosis; aislamiento social y hasta falta de deseo o inhibición sexual.

También perjudica la capacidad de atención en una actividad específica y repercute negativamente sobre el aprendizaje en los niños. Trastornos no solo de carácter auditivo, sino que pueden terminar por repercutir también en la salud.