Partidario de trabajar en silencio y de las distancias cortas para ganarse a los feligreses, Ciriaco Benavente tendrá que cruzar España de este a oeste para visitar desde Albacete a los suyos en Malpartida de Plasencia. Aunque ayer no lo dijera, el tercer obispo que ha tenido Cáceres tras compartir la diócesis con Coria luchará con la nostalgia al abandonar la tierra que le vio nacer como chinato el 3 de enero de 1943.

Y es que su trayectoria vital y religiosa ha estado ligada desde siempre al norte de Extremadura. Cursó estudios eclesiásticos en el Seminario de Plasencia, donde fue ordenado sacerdote el 4 de junio de 1966. De la capital del Jerte viajó a Béjar para desempeñar las responsabilidades de coadjutor hasta 1972 y párroco en San Juan Bautista de 1973 a 1979. Graduado Social por la Universidad de Salamanca desde 1971, fue también profesor de Formación Religiosa y consiliario de los Movimientos Apostólicos de Acción Católica.

Posteriormente, volvió a Plasencia para ser rector del seminario de 1979 a 1982 y delegado diocesano del clero entre 1982 y 1990. Ese año llegó su ascenso a vicario general de la diócesis, cargo que ocupó hasta su ordenación como obispo de Coria-Cáceres el 22 de marzo de 1992 en la catedral cauriense.

Aunque hay voces que opinan que se conformó con el obispado cacereño, Ciriaco Benavente fue desde 1999 y hasta el año pasado el presidente de la Comisión de Migraciones en la Conferencia Episcopal Española y ocupa en la actualidad un lugar como miembro de la de Pastoral Social.

Los principales logros

Preguntado ayer por el balance de su gestión al frente del obispado, prefirió ser cauto al afirmar que "es un campo difícil de medir y que deberán hacerlo los demás", aunque sí se mostró satisfecho por haber dotado a la capital cacereña de nuevas parroquias, otra en Coria u obras como la nueva Casa de la Iglesia, pendiente de ser inaugurada, la casa sacerdotal y el museo de la catedral cauriense. "Conozco todos los pueblos de la diócesis, los he visitado uno por uno y repetidas veces. No solo conozco la materialidad sino a las fuerzas vivas de cada parroquia", destacó. De las asignaturas pendientes prefirió no hablar, pero dijo que no podrá hacer un viaje a Coria y Moraleja.

En un salón del palacio episcopal, sobre un sillón de época con madera dorada y terciopelo rojo, Benavente se mostró convencido de que el número de cristianos no ha descendido desde que llegó a la diócesis. "Se ha afianzado la vinculación y el compromiso de muchos cristianos laicos que han ido descubriendo su compromiso con la Iglesia y reafirmando su fe. En algunas ocasiones me han preguntado si la Iglesia está mejor o peor que hace 40 años y yo no soy pesimista. Quizá ha descendido la presencia de jóvenes notablemente en las celebraciones, pero no creo que haya menos cristianos comprometidos", apuntó.

Respetuoso con la decisión de Roma, dijo ayer que no sabía si se trataba de "un ascenso o un descenso" y prefirió bromear con la idea de que podrá mirar a su tierra desde Albacete. Sus hermanos se enteraron el domingo. "Lo han acogido con alegría", apuntó. En La Mancha ya le esperan.