Hace tres años Luis Salaya adoptó en el Refugio San Jorge a Landa, una perra que habían encontrado abandonada en el campo, en los alrededores de Cáceres. Aquel abandono debió haber generado en el animal muchos traumas porque todavía «es un poco miedosa». Para el portavoz socialista en el Ayuntamiento de Cáceres, Landa es algo especial, un animal que mima, cuida, respeta... «Se ha recuperado muy bien», dice con una sonrisa mientras acaricia a su mascota.

Hace unos meses tuvo una enfermedad dura, una meningitis, pero se salvó. Está claro que Landa es una luchadora. «Es muy cariñosa con la gente que conoce», aunque es «escurridiza, desconfiada con los desconocidos». Cómo no va a serlo si lo pasó tan mal...

Salaya posa orgulloso con su perra en el parque de Montesol mientras explica que le encanta salir al campo con ella. «Todos los días saco algún rato, aunque sea por la noche» para dar una vuelta junto al precioso animal, erguido elegantemente ante el fotógrafo durante este reportaje.

Salaya forma parte de esa estadística que dice que uno de cada tres extremeños tiene un perro; no es una cifra baladí, sino la constatación de que vivimos en una sociedad que necesita a las mascotas. Para darse cuenta no hay más que echar un vistazo a los últimos trabajos de la Fundación Affinity, organización que impulsa la investigación y divulgación de los beneficios del vínculo entre personas y animales de compañía, y que centra toda su labor en este 2018 en dar a conocer las terapias asistidas con perros y sus beneficios para la calidad de vida de personas con necesidades especiales.

Pasó hace poco con Charles Hernández, un sargento estadounidense que aseguraba que lo que le hacía continuar era su perro, de nombre Valor, mitad labrador retriever, mitad gran danés. El animal era casi su médico personal, calmaba sus ataques de ansiedad, aplacaba sus síntomas producto de un trastorno de estrés postraumático.

Y es que está demostrado que los animales ayudan a hacer más llevaderas la enfermedad o la soledad. Salaya, convertido en adalid de todos esos vecinos de La Mejostilla que reclaman derechos para sus mascotas, confiesa: «Cuando estoy trabajando en casa, algunas noches Landa se queda al lado del escritorio hasta que termino. Es mi guardiana».