Además de los 42 trabajadores y de las 11 hermanas, la congregación se ve favorecida con la labor de todos sus voluntarios. Ellos ayudan a las monjas con las campañas como la del supermercado, o quitan y ponen la mesa, u otras muchas tareas que hacen, simplemente, por la gratificación de ayudar. «Soy egoísta. Si vengo a ayudar es porque salgo con una satisfacción inmensa de poder poner mi granito de arena», afirma a este periódico Felisa Galeano, una de las voluntarias, que ayer permanecía con un carrito a la puerta del Provecaex, recogía alimentos y ayudaba a las hermanas en todo lo que iban necesitando.

Felisa, quien reconoce a este diario que siempre le ha gustado el voluntariado, empezó en un comedor de transeúntes cuando vivía en Valencia y después, durante su estancia en Palma de Mallorca, entabló una estrecha relación con las Hermanitas de los Pobres que perdura hasta la actualidad. Sor María y Sor Luz, que atienden a la conversación, dan buena fe de ello. «¿Que hacen falta cosas de Navidad? Pues Felisa. ¿Que hace falta recoger? Pues Felisa», afirman.

Con todo, algunas de las hermanas siguen pidiendo colaboración ciudadana para seguir haciendo frente a todas las labores que requieren los ancianos. «Y necesitamos gente joven. Gente que entre con energía a ayudar aquí», concluyen otras dos hermanas. J. I. M.