Dice mi hija pequeña que ODIA pasear conmigo por Cáceres; y añade un extraño sonido gutural de hartazgo que se podría transcribir como algo parecido a esto: «aggggggggg».

Dice que es imposible porque «conoces a todo el mundo, papi», (sic), con lo que, siempre según su versión, nunca llegamos a ningún lado. Así que, con ese extraño comportamiento de los preadolescentes --a veces huidizo, en ocasiones irritante--, evita en lo posible mi compañía, excepto, ¡claro está!, cuando sus conveniencias son más fuertes que sus opiniones.

Pero, en verdad, tiene un poco de razón; los cacereños somos muy saludadores; nos gusta pararnos un ratito cuando la ocasión lo requiere, preguntar y ser preguntados, satisfacer nuestras curiosidades mundanas, e informarnos de las últimas novedades que acontecen por Catovilandia. Es cierto que los últimos avances tecnológicos nos permiten informarnos de muchos acontecimientos en el momento en el que ocurren, pero el intercambio vis a vis, el apretón de manos o el abrazo en su caso, siguen formando parte imprescindible --afortunadamente--, de las relaciones humanas de los cacereños.

Y, además, como muy bien sabe usted, los intercambios de información que demandamos en esos momentos de encuentro con nuestros amigos y conocidos no suelen salir en noticieros, ni tan siquiera en redes sociales. Se refieren más bien a todo lo que tiene que ver con las relaciones humanas que, si somos generosos, da para bastante.

Por eso, para los que vivimos y trabajamos alejados del centro, esos paseos son imprescindibles, porque en nuestra pequeña y coqueta ciudad si no ves y te dejas ver, si desapareces de ‘la pomada’, no existes; y esto, en una sociedad en la que las relaciones personales son tan importantes, equivale a ‘borrarse’ consciente y voluntariamente.

No sé qué pensará usted, pero yo creo que la entrada del buen tiempo favorece de manera definitiva la ‘normalización’ de los saludos callejeros, aunque sea a costa de no llegar nunca a ninguna parte, aunque sea a costa de los sonidos guturales de mi hija pequeña.