Una barra llena de vasos y copas amontonadas, 11 mesas, una treintena de sillas y varias fotos del equipo de fútbol de San Blas son testigos mudos de la despedida de Benito Tejada del bar que puso en marcha su madre cuando él tenía 12 años. Allí creció y lo ha regentado hasta su jubilación, el 1 de septiembre. "Aún tengo la impresión de que estoy de vacaciones", repite acomodado en una de las mesas, fuera de la barra de la que no se ha movido en 40 años. Cerró para el habitual descanso estival el pasado 15 de agosto, pero en realidad colgaba también ese día el mandil.

"Ahora estoy dedicado al campo y a pasar más tiempo con mi mujer, que ha aguantado que trabajara en este mundo durante 37 años", asevera. Lo hace en un terreno rural que tiene cerca de Arroyo de la Luz, en el que cría ovejas y tórtolas. Allí ha trasladado además la mesa de billar había en el bar.

"Hoy en día un bar como el mío no podría funcionar", advierte Tejada. Pero funcionó desde 1955, cuando Felipa Tejada, viuda, se trasladó desde Salvatierra de Santiago con sus hijos Juan, Antonio y Benito, y montó un bar en la calle San Blas. Es el mismo local que se ha mantenido abierto hasta ahora, solo que en esos momentos además era la vivienda familiar. La única habitación que compartían la madre y los tres hijos y la cocina, las dos estancias privadas que había entonces, se añadieron después al establecimiento.

Con los años fueron los hijos quienes se pusieron al frente del negocio y hasta el 15 de agosto Benito, el menor de los tres, ha sido el responsable de que siguiera abierto.

Desde el principio logró retener a la clientela sin tener máquina de café, música ni cocina. Y hasta el último día ha conservado esa peculiaridad y el futbolín que funcionaba con pesetas. "Se lo he regalado a mi compadre como recuerdo", afirma.

En los primeros años se vendían casi de forma exclusiva pistolas de vino y cervezas. "Hasta 8 arrobas de vino al día", recuerda. El equivalente a 128 litros. Poco a poco se fueron incorporando otras bebidas, aunque la esencia de entonces se ha mantenido hasta el último día del bar San Blas; como los cuatro conos que años atrás guardaron en su interior más de 30 litros de vino. Se quedan en el local y formarán parte de la decoración de la nueva propuesta hostelera en la que ya trabaja otro empresario. Serán el testigo mudo de que ese fue el bar de Benito Tejada.