TOt Sebina, para quienes le hemos visto crecer, jugar con los pocos niños que iban quedando en Reyes Huertas (las calles y los barrios, bien es sabido, envejecen con las personas) y hacer de Collado de la Vera y sus alrededores todo un mundo de sueños infantiles de batallas, aventuras y exploración de la vida y sus misterios. Sebina sorprendía ya desde la infancia por sus comentarios, sus golpes y sus salidas siempre inteligentes, como de persona mayor en edad, saber y gobierno, que se decía antiguamente.

Le perdí el rastro cuando empezó a volar. Luego, me enteré de que había hecho Biológicas en Salamanca. Me lo dijo él después de identificarse porque, como la vida es así de caprichosa, la memoria de su presencia se me había quedado en aquella sonrisa que iluminaba una mirada de 8 o 10 años.

Supe también que no ejercía, que estaba haciendo monólogos de humor allá donde le llamaban, al mismo tiempo que estudiaba Audiovisuales y actuaba con un grupo musical en las verbenas de los pueblos. Vamos, que Sebina había decidido ser artista.

Por casualidad vi una de sus actuaciones en la tele extremeña, un monólogo con tiempo y mesura que me impresionó por su originalidad y su frescura. Y meses después me lo he encontrado en la Primera, en ese espasmo televisivo llamado El Rey de la Comedia . Allí ha permanecido hasta la gran final, el sábado 15 de diciembre, aunque, para mi sorpresa, no he visto ni una mala mención en nuestra prensa local ni regional.

Desde el primer programa, Sebastián Alvarez, El Rayo ha hecho un humor diferente, cargado de irónicos disparates, casi surrealista, buscando, no la carcajada, que es lo fácil, sino la sonrisa y la complicidad del espectador. Los humoristas profesionales que han actuado como jurado del concurso han repetido constantemente una palabra: inteligente. Lo cual no aclara mucho si es un halago o un insulto, dado el erial en el que nos movemos desde que se fueron Tip y Coll o Martes y Trece. En la línea de los primeros, me parece, anda Sebastián.

Ya es difícil mantenerse en un concurso de las características del Rey... Presentar, como ha hecho Sebastián, un monólogo estructurado de principio a fin, con incisos que le permitían darse un garbeo por los mismísimos cerros de Ubeda y volver al tema inicial, dejando a cada paso un nuevo motivo para mantener la sonrisa, es difícil, pero él lo hace.

Sebastián Alvarez no es un cuentachistes, ni un imitador, que, con todos los respetos, son una auténtica plaga y maldita la gracia que tienen algunos. Tampoco necesita un acento especialmente ventajoso como el andaluz para, como repitieron los presentadores, tener una parte del camino andado a la hora de hacer gracia. Porque la cosa no ha cambiado mucho desde los tiempos de la tele sindical: cada vez que un concursante, sea en el concurso y en la cadena que sea, dice que es andaluz, al original presentador de turno se le escapa un ¡ojú! o un ¡olé! (que, curiosamente, los andaluces acentúan en la o ).

A este Rayo aún le queda tiempo para formarse y camino por recorrer, quizá una vestimenta más adecuada, dominio del espacio escénico y algún que otro retoque a la dicción y a la expresión corporal. Pero es joven, es culto, sabe aprender y creo que ha elegido la dirección adecuada: aquella que busca un público al que hacer pensar con sus críticas socarronas, al que hacer sentirse inteligente más allá del exabrupto, el pataleo, o la charlotada (¿o debería decir, por respeto a Charlot, la Chiquitada ?).

Como él mismo dijo en un programa, "no sé si mi humor es para todos los públicos". Bueno, ese es el reto: conseguir poco a poco, a base de originalidad y fuerza creativa, un público especial, el suyo. Porque me permito dudar de que el del último programa comprendiera lo del "pretérito pluscuam-verato".

Más de 10 licenciados se lo piensan un rato ante el pluscuamperfecto de indicativo. Y sé de muchísima gente que no sabe qué es un verato. Aunque, como Sebastián siga utilizando sus expresiones, la Vera no sólo va a ser conocida por el pimentón. Para entonces, hasta los presentadores se habrán dado cuenta de que Cáceres, para un extremeño, sólo tiene dos sílabas.

Lo que más me ha dolido ha sido el silencio informativo sobre este chaval que se ha ganado a pulso, semana tras semana, su presencia en la tele. Quizá porque no pertenece a la tribu de los Grandes Vagos ni su padre anda pidiendo dinero a los políticos para llevarle a desarrollar su genio al extranjero, cualquiera sabe.