Tras más de año y medio de "calvario", tratando de demostrar una y otra vez que la agresión sexual que había denunciado --aseguraba haber sido violada mientras dormía--, era verdad, una joven cacereña puede descansar tranquila. Era consciente de la dificultad que entrañaba demostrar que no mentía, pero confiaba en la justicia y no se ha visto defraudada. Ayer, con gran satisfacción, su abogada, Luz Robledo Lancho, la informaba de que su agresor había sido condenado.

José Antonio Barra Merino, de 28 años, fue juzgado el pasado día 9 en la Audiencia Provincial. Se le acusaba de un delito de abuso sexual y el tribunal le ha considerado culpable y condenado a seis años de prisión y el pago de 35.000 euros de indemnización a su víctima, a la que además no podrá aproximarse ni comunicar con ella por ningún medio en cinco años.

Cuando el suceso ocurrió, en Cáceres se vivía la feria. Era el 30 de mayo del 2004. La joven, que entonces contaba 24 años, se había acostado sobre las nueve de la mañana tras haber permanecido durante la madrugada en la feria, y sobre las once llegaron a la vivienda su primo y dos amigos, uno de ellos el acusado. Este, en un momento dado, preguntó donde se encontraba el servicio y "no consta si fue al ir a él o al salir, pero lo cierto es que abrió la puerta de la alcoba en la que se encontraba la joven a quien no conocía anteriormente y, aprovechando que se encontraba profundamente dormida y casi desnuda, entró en el dormitorio y con la intención de obtener una satisfacción sexual introdujo su pene en la vagina comenzando los movimientos propios de una relación sexual sin que la joven se percatara de ello dado su profundo sueño". Fue su primo, que alertado por la tardanza del procesado, el que le descubrió e intentó separarle, "pero el acusado se resistió, y fue durante el forcejeo y discusión cuando la joven se despertó y entre ambos consiguieron echarlo del domicilio".

La víctima acudió al Hospital San Pedro de Alcántara, donde no se apreciaron lesiones físicas, pero sí un estado emocional de intensa afectación por lo ocurrido y que le ha hecho padecer un trastorno por stress postraumático, por el que aún continua en tratamiento psiquiátrico.

El acusado argumentó en el juicio que conocía a la joven y que la relación fue consentida, pero el tribunal ha considerado "aptas para destruir la presunción de inocencia" las declaraciones de la víctima y su primo, totalmente coincidentes; así como acreditado que hubo falta de consentimiento, "porque la víctima estaba profundamente dormida y de ese estado --indudablemente perceptible para el agresor-- se aprovechó conscientemente el procesado".