Muy buenos conciertos esta semana en Cáceres. El primero fue el jueves pasado y estaba organizado por el Aula Cultural del Cimov, conmemorando el Bicentenario de la Guerra de la Independencia. Constó de dos partes, una para la zarzuela (compositores como Vives, Chueca, Chapí y Guerrero estuvieron presentes), impresionante; y otra para las marchas militares que recordaban la maldita, como todas, guerra. Crecendos , apabullantes percusiones, hermosos vaivenes musicales, amplitud de miras melódicas, maravillosas armonías... si algún otro país fuera la patria de Agustina de Aragón: películas, cursos, mesas redondas, investigaciones, doctorados, sinfonías, novelas... Qué populares suenan las bandas, al no tener a las remilgadas cuerdas, su música es muy característica. Por cierto, si tan importante es el Cimov para la ciudad de Cáceres, echamos de menos a ciertas autoridades locales.

El otro concierto lo dio la Orquesta de Extremadura, que desarrolló tres piezas, una de estreno absoluto en España... ¿Dónde estaban los representantes del ramo para dar empaque al asunto? En fin, vayamos con la primicia, Concierto para Violín de Jonathan Leshoff, una obra nada sencilla, desgarradora, tremenda y con un final muy intimista. La HaShoá , el dolor judío ante el Holocausto, es una cosa muy seria, y este concierto para violín y toda la orquesta --arpa, piano, percusión, timbales...-- lo fue, y de qué manera. Mientras los prisioneros de los campos de exterminio cantaban canciones nazis, obligados, insertaban en ellas oraciones para comunicarse con Dios y no convertirse en bestias (impresionante libro Si esto es un hombre de Primo Levi). Al final parecía que nadie iba a arrancar a aplaudir, estábamos sobrecogidos.

Después tuvimos lección magistral de Brahms con su Obertura Trágica, op 81 . Violines sosteniéndolo todo, entran los vientos, las percusiones y la maestra directora, Anne Wetherbee, que movía el cuerpo siguiendo la música, dio toooodas las entradas a los músicos. Brahms compuso esta obertura como compañera de La Académica , paseando por el campo, estudiando y con el espíritu romántico exaltado pero sin sufrir, el desasosiego existe, pero no es existencial, vamos, nada que ver con el siguiente, Schubert y su Sinfonía Nº 8 en Si Menor, D 759, --Incompleta-- . Giorgio Vasari daba en sus biografías sobre artistas tanta importancia al autor como a su obra, y en Schubert se mezclan a raudales ambas. Este si que es un sufriente, o sea, un emocionado, enamorado, dolorido, vivo y sentimental; y mientras componía música, un superviviente. Sentía honda nostalgia de una Viena ya perdida, le hubiera gustado reír, ser un despreocupado, un superfluo de novela rusa, ¿pero qué hubiésemos escuchado entonces nosotros? ¡Qué Allegro moderato ! ¡Qué primer tiempo!

La sensación después de los dos conciertos fue la de ¡cuántos de éstos nos hacen falta en Cáceres! La cultura no es ocio, tal vez negocio, pero ocio, seguro que no.