La dama tiene acento argentino y suda. "¿Señor, no hay ascensor en el andén?". La dama ha llegado en el regional de Madrid acompañando a un familiar octogenario. Cargan con dos maletones gigantes y el convoy los ha dejado en el andén número tres. La dama observa aterrorizada los escalones que parecen llevar al infierno y, desolada, pregunta al periodista: "¿Señor, no hay ascensor en el andén?".

Ni ascensor, ni rampa, ni escalera mecánica, ni nada de nada... Estación de ferrocarril de Cáceres. 16.25 horas. La megafonía anuncia la entrada del talgo a Madrid en la vía número uno y la llegada del regional de Madrid por la tres. Los viajeros del talgo están de suerte: suben o bajan sin esfuerzo. Los usuarios del regional lo tienen crudo.

Sólo una vez al día coinciden dos convoyes de viajeros en la estación cacereña y sólo entonces, a eso de las 16.30 horas, es preciso cruzar el paso subterráneo. Quince personas se adentran esta tarde bajo tierra para partir o recibir, 25 dejan el tren y también descienden a lo tenebroso, a una pesadilla de oscuridad, cal desconchada y sucia, líquidos sospechosos, latas de refrescos, bolsas, papeles, pelotillas de aluminio, colillas antiguas, olores ácidos...

INAUGURADA EN 1971

La estación de Renfe de Cáceres se inauguró en el año 1971 y fue revisada y adecentada en 1991 y 1992. El entonces arquitecto municipal Angel Pérez proyectó su fachada y el interior se distribuyó siguiendo criterios funcionalistas. En 1971 mereció un primer premio nacional de Turismo por ser la estación española más cuidada.

Hoy mantiene ese esmero en el vestíbulo, en la cafetería y en un andén larguísimo que es el jubilódromo más concurrido de la ciudad. Pero su paso subterráneo ganaría el premio nacional del cutrerío. Además de la sucia oscuridad, no cuenta con rampas, ascensores ni otros mecanismos que la hagan accesible a discapacitados.

Una comparación: estación de Mieres (Asturias). 16.07 horas. Los viajeros de esta villa de 50.000 habitantes cruzan el paso subterráneo para coger el cercanías de Oviedo. Los azulejos rojos y blancos del túnel brillan bajo la luz de los focos, la limpieza se nota, hay modernos ascensores para ancianos y discapacitados...

"¿Señor, no hay ascensor en el andén?". La dama de acento argentino y el anciano que la acompaña cargan con sus baúles y penan escalón a escalón. Una señora con la pierna dislocada y vendada, que viene de ver a sus cinco hermanas en Madrid, desciende apoyada en una muleta y en el brazo de su hija... Toc, toc, toc... Resuena la muleta... Chac, chac, chac... Rebota la maleta...

"Tenga cuidado con los escalones, que algunos están rotos", avisa una joven que tira de un bulto con ruedas. Cáceres recibe a los viajeros del tren con desprecio. Hubo un tiempo en que había mozos maleteros y en que los jardines de la estación eran un pequeño zoológico. Pero aquello se acabó. Desde las reformas de hace once años, la estación resiste soñando con un Ave que acabará con ella y se la llevará a las afueras, como cuando había que coger el Lusitania en Arroyo.

Cáceres será la única capital española con la estación del Ave situada a cinco kilómetros del centro. Mientras tanto, es la única capital con túneles tétricos. "¿Señor, no hay ascensor en el andén?".