Sevilla fue la cuna que le armó Mérimée para ahondar en un tópico conveniente a la imaginería de los parisinos decimonónicos. Bizet le compuso una nana en forma de ópera que amplificó su impacto mundial. La multicopiaron como obra de arte Sorolla, Juan Gris, Zuloaga, Julio Romero de Torres, Picasso o Antonio Saura. Carmen no envejece, continúa siendo el símbolo de la mujer perfecta para poder hacer feliz a cualquier hombre hasta volverlo loco en un entorno cargado de trapicheo y testosterona que sigue sacudiendo al espectador.

Sevilla ha parido dos de los mitos españoles universales más versátiles: Don Juan y Carmen. Ahora, el Ballet Flamenco de Madrid sigue cosechando éxito con su versión del clásico de Bizet dirigida por Luciano Ruiz y coreografía de Iván Gallego. Una historia apasionante que cautiva a través del flamenco y a la que la compañía le ha dado el ‘sello Peralta’, el menor de la conocida saga de cantaores cacereños. «Es un rayo de luz. Todo esfuerzo tiene una recompensa», decía ayer el cantaor a su llegada al Museo Vostell Malpartida, uno de los templos del arte de vanguardia más importantes del mundo, donde se desarrolla esta entrevista.

Frente a la impactante obra de Vostell, “El telón de Parzival”, Peralta posa con más experiencia ante los focos que hace un año. Ha madurado en sus formas, en su contacto con el público, en su expresión corporal... Iván Gallego encontró en el joven Peralta el perfil que buscaba para ser la voz del Ballet Flamenco de Madrid. La compañía está ahora en el Teatro Nuevo Apolo pero el cacereño debutará en noviembre coincidiendo con el inicio de la gira internacional por Rumanía, luego le esperan China (donde pasará Navidad y Fin de Año) y Portugal. Otros destinos como A Coruña y Valladolid serán escenarios en los que Peralta podrá demostrar su talento a raudales en forma de alegrías, bulerías por soleás, tangos de Triana y la próxima incorporación de una saeta (género donde se mueve como pez en el agua como atestigua su brillante currículum).

Elenco de bailarines

Todo ello en mitad de un elenco de 30 bailarines y músicos (flauta, guitarra y percusión), con ese clímax en el que, ultrajado por el torero, el bandido enamorado enloquece de celos y clava un puñal a la cigarrera mientras Peralta eleva al cielo su toná. En ese momento, seguro, el cantaor no olvida a su familia, orgullosa «de que el chico de 12 hermanos pueda alcanzar su sueño. El tren solo pasa una vez, o te montas o te quedas en el andén», le dicen en Madrid mientras sus amigos, entre risas, repiten: «Hostia, Jorge, que vamos subiendo de escalón».