"Esto se lo debo a dos personas muy buenas que me han ayudado para que me dieran esta vivienda". Angela Sanguino --en la foto, con su nieto que no quiere mirar a la cámara--, de 56 años, no quiere identificar a esos ángeles de la guarda que le han tocado en suerte, pero les da las gracias desde aquí. "He necesitado mucho esta casa. Mi marido, un hijo de 19 años y yo hemos tenido que vivir recogidos en casa de otra hija casada porque no teníamos nada", relata. Las lágrimas se le vienen a los ojos al recordar tantas carencias y problemas sufridos de los que no quiere hablar.

Hasta terminar en casa de su hija, su vida ha discurrido en viviendas de alquiler. Sufrió una angina de pecho y no puede trabajar. Su marido es peón de albañil. Así han sacado adelante a cuatro hijos. Ahora espera obtener una pensión no contributiva que está tramitando, pero de momento se conforma con este regalo en forma de piso. "Sin poder tener una casa es como no tener nada en la vida", afirma. "Ahora, como decía mi padre, aunque sólo pueda comer sopa --añade--, al menos tengo un techo propio bajo el que dormir".