"Era un ser maravilloso y bueno, como no os podéis hacer idea, un hijo y un hermano ejemplar. Y sé que le quería mucho la gente. Yo lo sabía porque sabía como era él, pero no me imaginaba que había tantísima gente que le quería. Quiero deciros a todos, por favor, que le recéis, porque él y mi marido creían mucho en Dios". María Dolores Ríos Ramírez se enfrentó ayer a otro durísimo homenaje a su hijo, seis días después de haberlo perdido.

Con entereza, Lole , como así la conocen sus amigos y familiares, acudió junto a sus hijos, Bea e Isaac Piti , a la concentración silenciosa que la Facultad de Derecho, en representación de la comunidad universitaria extremeña, organizó en memoria de Alejandro Clemente.

"Ellos no habrían podido vivir el uno sin el otro, eso lo sabemos todos. Desgraciadamente mi marido ha muerto porque mi hijo ha muerto; porque si no, mi marido, gracias a Dios, estaría aquí", decía su madre. "Si mi marido hubiera estado aquí, sabiendo el apoyo que le prestan a mi hijo, estaría contentísimo porque era su hijo, lo adoraba, igual que a los demás, porque éramos una familia muy unida, muy cristiana...". Lole hizo una pausa y continuó: "Y veros aquí a todos, que le apoyáis, que estáis aquí...".

Seguidamente, pasó a describir a su hijo mientras cientos de jóvenes la escuchaban emocionados: "El era muy emotivo, muy familiar. Quería muchísimo a su padre, a sus hermanos los adoraba, a sus tíos, a sus primos. Aquí hay algunos primos suyos, que los adoraba. Está aquí Raga, que también estudia Derecho y era su ojito derecho, su prima Rosa, que también la adoraba, su primo Ernesto, que era su amigo íntimo, todos, todos...".

Y concluyó: "Lo contento que debe estar si nos está viendo, de que estáis todos aquí, apoyándole a él... Os agradezco de verdad vuestra presencia y sólo os pido que recéis un poquito por ellos cuando os acordéis, porque es lo único que podemos hacer ya por ellos dos...".

La facultad también quiso homenajear a Alejandro con una misa funeral que se ofició a las ocho de la tarde en San Blas, aunque el acto central fue el de por la mañana. En él, Estefanía Díaz Alfonso, alumna de 2º curso de Derecho, leyó el manifiesto que habían preparado los estudiantes. Comenzaba así: Resulta muy complicado escribir y leer estas palabras cuando se trata de recordar a una persona buena y joven que ha dejado de estar entre nosotros por un capricho asesino...".

En el manifiesto, indicaban que su recuerdo "siempre estará entre nosotros, entre quienes fuimos, primero, sus compañeros en el colegio de Las Josefinas de Cáceres y empezamos con él a estudiar Derecho, y quienes te conocieron en esta facultad en octubre de 2003".

Y seguía: "A partir de ahora nada será igual y tendremos que dejar de disfrutar de su ironía y de esa clase y elegancia tan suyas que a la vez no eran sino la fachada de un carácter jovial y servicial. Por su porte y su presencia tan carismática le llamábamos el Presi ". Sus compañeros destacaron el afán de ayudar de Alejandro, su pasión por la pesca...

"Te recuerdo mientras redacto esta nota y me sigue pareciendo mentira que no vuelvas a aparecer, tarde, como era tu costumbre, por el maldito tráfico, a nuestras clases de Derecho. Una banca del aula estará huérfana para siempre. Seguro que dónde esté ahora sacará matrícula, porque en buena persona no le ganaba nadie. Esta breve crónica, como su vida, debería seguir plagándose de adjetivos que la ensalzara, pero no le gustaría escucharlos. Vivir para Alejandro era otra cosa. Pero tenemos que seguir".

En el recuerdo, dos compromisos, el primero: "Trataremos de que cuanto nos enseñó sobre la vida y el placer de vivirla siga presente entre tus amigos". Y el segundo: "Estudiando leyes y el sentido de la justicia, qué triste ironía, no habrá mejor tributo para su memoria que esforzarnos por ser licenciados en Derecho en el plazo de tres años, aunque con seguridad, no celebraremos ese acontecimiento tan esperado y trabajado, porque más allá de los gestos y de las formas, sencillamente no querremos hacerlo sin ti".