Con un humor que a veces parece extraño en un juez, Pedro Bravo, que se proclamó seguidor del Real Madrid, agradeció la concesión de la distinción de San Raimundo de Peñafort para la que dijo tener solo un mérito: "Mi trabajo". Recordó que llegó a la judicatura por casualidad porque lo que él quería ser era ingeniero de telecomunicaciones. Culpó de ese cambio a su hermano Domingo y a su amigo Alfredo García Tenorio, que ingresara en la jurisdicción Social, en la que lleva 22 años. Explicó, casi excusándose por el honor de la condecoración, que lo único que podía exhibir es "el trabajo que le he dedicado a poner sentencias". Márquez de Prado parafraseó las consideraciones que el juez decano de Badajoz había hecho sobre Pedro Bravo para apoyar la concesión de la distinción: "Es un ejemplo de magistrado por su rectitud, formación jurídica, capacidad resolutiva, dominio del lenguaje para hacer comprensible cualquier aspecto jurídico y, sobre todo, por su humildad, trato cercano y templanza".