La historia de la humanidad está llena de sucesos terribles que demuestran que las fuerzas del mal que se encuentran en la mente humana prevalecen sobre la inclinación a hacer el bien. A lo largo de la historia, filosofías, religiones… han intentado dar explicación a algo que puede parecer inexplicable. Después de la segunda guerra mundial y viendo sus consecuencias, parece que surgió una sensación aceptada por todos ¿?, de que eso no se podía repetir. Lo que ha sucedido después se ha encargado de dar la razón a los que consideraban que esa forma de pensar era solo una ingenuidad más.

Hay un amigo mío, muy amante de la Biblia, no tanto como libro religioso, sino como libro de la vida, que me dice que pierda la esperanza, porque, como dice el Génesis, cuando solo habitaban en el mundo cuatro personas, ya una asesinó a otra y quedaron solamente tres. Ayer mismo cuando escribo, un atentado en Egipto deja 300 muertos, todos hombres y niños que acudieron a rezar a la mezquita para la oración del viernes.

Siguiendo esta reflexión, el título del artículo viene porque hace uno días la Corte Internacional de La Haya ha condenado a Ratko Mladic a cadena perpetua como máximo responsable de la masacre de Srebenica. Esta noticia ha hecho revivir en nuestra memoria la que puede ser considerada como la mayor atrocidad producida en Europa desde la segunda guerra mundial.

¿Qué es lo que pasó en Srebrenica? Srebrenica es una ciudad montañosa de la República de Bosnia- Herzegovina con unos 15.000 habitantes a día de hoy (antes de la guerra tenía 37.000). Durante el conflicto en la antigua Yugoslavia (1992-1995), era considerada como un lugar seguro, custodiado por un pequeño grupo de soldados holandeses de la ONU, en ella vivían bosnios, serbios, yugoslavos, croatas. En julio de 1995 la ciudad fue ocupada por el ejército serbio, deportaron a cantidad de habitantes, y en sus alrededores perpetraron lo que se conoce como la masacre de Srebenica, donde fueron asesinados 8.000 varones bosnios todos musulmanes. La ciudad se convirtió en una ciudad fantasma, desde las terrazas de los edificios más altos, los francotiradores escogían a sus víctimas por el color de su camisa, o por su forma de andar. En plenas fiestas navideñas, esta reflexión es el claroscuro de las mismas. A pesar de todo, FELIZ NAVIDAD.