Portuaria, rica y encantadora. Así es Stavanger, la capital noruega del petróleo y Ciudad Europea de la Cultura del 2008 junto a Liverpool. Con cerca de 120.000 habitantes, en la cuarta urbe en población del país, por detrás de Oslo, Bergen y Trondheim, se respira bienestar. El hallazgo de petróleo en el mar atrajo a mediados de los 70 a miles de personas a la principal industria de una región que impresiona por la belleza de sus paisajes, convertida hoy en potencia económica.

Aunque la capital, Oslo, quede lejos --a 558 kilómetros--, Stavanger puede presumir de contar con un moderno aeropuerto a 14 kilómetros al que se llega en un bus por 75 coronas noruegas (unos 9 euros) en apenas media hora. En el país de los fiordos es habitual pagar con tarjeta hasta las bebidas en los bares y para el visitante se convierte en la forma más cómoda porque la moneda europea no está en circulación.

¿Y la capitalidad cultural europea? Con banderas azules celestes con el logotipo por todas partes, Stavanger ha apostado por el lema Open port (puerto abierto) para referirse a su mejor joya y centro de reunión de sus habitantes, además para abrirse a nuevas manifestaciones culturales. Una amplísima programación con motivo de la capitalidad permite disfrutar a diario como mínimo de tres actividades distintas en diferentes disciplinas.

Un revulsivo

La cercanía del mar suaviza las temperaturas en esta ciudad de la Europa del Norte, también sede de una oficina central de control de la OTAN, y cualquier atisbo de sol pone a rebosar las terrazas del puerto, donde permanecen amarrados los barcos, de transporte y de particulares, símbolo de la pujante economía noruega. No hay menú de comida rápida que baje de los 10 euros al cambio ni cerveza nacional de los siete. Pero los precios no son ningún obstáculo para que las terrazas y los pubs estén llenos desde media tarde tras el final de la jornada laboral a partir de las cuatro de la tarde.

"La capitalidad ha sido importante para poner a Stavanger en el mapa", asegura Daniela Arriado, responsable de Markéting de Tou Scene, una antigua fábrica de cerveza reconvertida en centro cultural donde se ofrecen desde espacios a los creadores hasta sesiones de disc-jockeys a los jóvenes de la ciudad. "El título suele ser para ciudades chicas y periféricas, para ayudar a que se conozcan. Hay unos que lo ven como una celebración y otros como una inversión", sostiene esta joven chilena de 26 años, que ha crecido en Stavanger, adonde llegó con sus padres para buscar un futuro mejor en la industria petrolífera. El edificio, adquirido por el ayuntamiento y cedido desde el 2001 a un grupo de socios que gestiona sin ánimo de lucro las instalaciones, produce espectáculos musicales, de arte y teatro. La rehabilitación, todo un ejemplo de cómo salvar un inmueble abandonado, aún se está completando.

A la guía turística de origen colombiano que acompaña a este periodista en un paseo por la ciudad le encanta lo bien que se vive en Stavanger. Diana Merla-- no llegó hace dos años de Londres con su marido escocés para trabajar, cómo no, en una empresa petrolífera. Asegura que "es el lugar ideal para tener hijos" y pone como ejemplo que las madres tienen derecho a un año de baja por maternidad en el que reciben el 80% del sueldo.

Durante el recorrido por el antiguo barrio de pescadores, que conserva intactas las casas de madera de los marineros, destaca cómo la capitalidad ha logrado atraer a los ciudadanos con una programación variada y para todas las edades. "Se ha notado porque la oferta cultural se ha multiplicado muchísimo", subraya. Aunque no sabe si algún día volverá a la capital británica, su corazón está ahora en la capitalidad noruega.

La noche de Stavanger es un hervidero. Por momentos, recuerda a España, aunque sin rastro del botellón ya que los jóvenes prefieren beber en las terrazas cubiertos con mantas mientras escuchan un concierto. La música en directo en los locales del puerto es uno de los atractivos nocturnos, donde también es posible encontrar restaurantes de cocina moderna, fast-food o comida japonesa en un sushi-bar . Las calles de la zona centro están peatonalizadas y ofrecen al visitante la posibilidad de hacer compras sin preocuparse del coche hasta las siete de la tarde.

El 17 de mayo, fiesta nacional noruega, se convierte en el día de la familia. Desde primera hora de la mañana, las calles se llenan de padres, profesores y niños rubios, como los anuncios de H&M, ataviados con el traje nacional y felices por ser los protagonistas. El desfile es todo un espectáculo de banderas de este país joven con menos de dos siglos de historia, orgulloso de su bienestar y de la capitalidad cultural del 2008. Stavanger, con un puerto abierto a Europa, es todo un ejemplo para ganar el 2016.