Lo que más joroba al ciudadano no es pagar los impuestos, sino soportar el discurso de los concejales cuando estos se ponen metafísicos y terminan con argumentos tan gaseosos como que se sube la cosa tributaria para igualarnos con las ciudades cercanas.

En Cáceres se suben los impuestos pero no se ha hecho reflexión alguna sobre la mala gestión municipal realizada precisamente por no subirlos progresiva y escalonadamente, como sucede en todo acontecer de la vida del contribuyente, y en cambio se utilizaba ese descalabro administrativo para sacar pecho y alardear de que el partido gobernante no subía las cargas, de que esta era una ciudad muy barata, aunque, soto voce, acumulara préstamos, se endeudara hasta la torre de San Mateo y fuese minada por vías de agua que ahora hay que tapar con urgencias, para que la nave no vuelque.

Los autores de esa falta de previsión política, con nombre y poltrona, son los culpables de este desmesurado golpe a la faltriquera ciudadana.

Dentro de la reflexión también cabría aquella celebrada política que eximió a los más privilegiados del Impuesto de Actividades Económicas, y dejó en estado de postración a los ayuntamientos. Para salir de tal situación se recurre a injustas derramas y a la genial idea de varear sin piedad el bolsillo de los contribuyentes.

Para este palo, no necesitábamos tal vela.