Carlos Callejo Serrano (Barcelona, 1911-Cáceres, 1993) fue una mente inquieta. Tenía 33 años cuando llegó a Cáceres. "Se enamoró de Extremadura" y se quedó, aunque también fue aquí donde conoció a quien sería su mujer, Inés Carbajo --fallecida este año--, cuenta su hijo Alfonso Callejo, que nació dos años después del hallazgo. Tuvo otros tres hijos.

Fue un erudito autodidacta, con una "enorme curiosidad por todo", de carácter "severo" y "poco dado a la vanidad", describe su hijo. Su fuerte era la Historia, aunque publicó más de 2.000 ensayos de las materias más dispares: ajedrez, micología, numimástica, pesca, astronomía, estudios sobre Maltravieso. También poesía e incluso novelas de todos los géneros: románticas (La estela del albatros ), histórica musulmana (La cuarta estrella ) o policíaca (El lobo negro ). Aún hay títulos inéditos. "Yo le recuerdo recorriendo los pasillos del palacio de las Veletas --era la residencia de la familia como pago por el trabajo sin remunerar de conservador del museo, cargo que ocupó desde 1955-- con un lápiz siempre en la oreja". También fabricaba radios, a las que daba nombres árabes.

Viajó mucho por Extremadura. Su responsabilidad en Telégrafos le obligaba a salir frencuentemente a reparar líneas y postes con otros operarios. Cuando regresaban, la camioneta 1500 gris traía un sobrepeso de estelas funerarias, lápidas, cerámicas antiguas que se encontraba por el campo y que fueron engrosando los fondos del Museo de Cáceres.

Labor divulgativa

Pero desde que se descubrió la cueva de Maltraviesto en 1951, ésta fue su desvelo. "Más de una vez --cuenta su hijo-- él mismo sustituyó el candado roto de la valla que impedía el acceso a la cueva. Se sentía emocionalmente obligado a que no se deteriorara". Tras aquella primera incursión --de la que se desconoce el día exacto--, hubo otras muchas en las que ayudado por la luz de los carburos, más intensa que la de las linternas, fue descubriendo nuevas series de manos. Llegó a contar 31, luego los infrarrojos han logrado situar en 74.

Su especialidad no era la Prehistoria, pero se informó, consultó con expertos, les envío sus estudios y no cejó en su empeño hasta "demostrar que el hallazgo tenía visos de importancia". Fue un trabajo de años. Se tropezó con mucha incredulidad de algunos investigadores. "Muchas veces se vio muy solo". A otros consiguió atraerlos hasta Cáceres. Sus hijos hicieron mucha veces de ayudantes en sus visitas a la cueva. "De niño construí mi propia fantasía sobre aquellas manos mutiladas y soñaba con el hombre prehistórico", recuerda Alfonso Callejo.

La "plena identificación" con la cueva de Carlos Callejo propició, según el profesor de Prehistoria de la Uex Alonso Rodríguez, "una difusión en cadena", permitiendo que el yacimiento "fuera considerado y valorado en los medios científicos de la época". De forma directa o indirecta, apunta Rodríguez, hizo que el hallazgo fuera conocido por los pesos pesados en la materia. "La labor de divulgación que hizo Callejo fue importantísima", atestigua Carbonell. Carlos Callejo es hijo adoptivo de la ciudad y una calle de Los Castellanos lleva su nombre.