Womad se deja notar desde la Cruz de los Caídos, donde ya comienza a sonar la música que cada año ponen al principio de Cánovas un grupo de peruanos. Es el inicio del mercado del festival que cuenta, a lo largo de este paseo y en Calvo Sotelo, con 267 puestos. Uno de ellos el de Sebastián Medina, que viene de Alicante. Vende complementos de plata, latón y cobre que él mismo realiza. Es la tercera vez que está en el festival. La primera fue hace veinte años, cuando empezaba a resurgir. Dice que ha cambiado mucho. «En el mercado cada vez hay menos artesanía y en los conciertos cada vez hay más botellón. Se nota mucho la diferencia con lo que había al principio de Womad», explica detrás de su puesto en el paseo de Cánovas.

Ismael Palomo (Villanueva de la Vera) y Olga Castaño (Cáceres) es el décimo año que están en el festival. A él le encanta Womad porque le da la oportunidad de conocer a gente de todo el mundo. Y ella ha nacido con él, por lo que es una incondicional de Womad, como muchos cacereños de su edad. «Womad y yo nos llevamos solo un año y no hay edición que me pierda», decía Olga a este diario.

A pesar de la lluvia las compras no han parado. Aunque hasta ayer habían sido un poco más bajas que el año pasado, según la tónica general de los tenderos instalados en el paseo, que ponían su esperanza en el sábado y el domingo.