Hace unos años utilizábamos en grupos juveniles un audiovisual titulado ‘Puente o muro’. Expresaba muy bien estas dos formas de situarnos en la vida: o levantando muros entre las personas y colectividades diversas o tendiendo puentes entre unos y otros. En los tiempos actuales, como bien puede percibir lector, parece que se construyen más muros que puentes entre las personas y los pueblos. Derribaron el muro de Berlín pero estamos levantando muros y reforzando vallas hirientes en muy diversos lugares. Los muros surgen no solo de la intransigencia de muchos gobernantes sino que se pueden ver en las relaciones interpersonales, más teñidas de miedo y desconfianza que de apertura al otro, sobre todo si es desconocido.

Hoy necesitamos, quizá más que nunca, pontífices (‘constructores de puentes’ en latín). Paradójicamente, en un mundo cada vez más globalizado e interdependiente surgen nuevos brotes de intolerancia ante lo ajeno y sobredimensionamos la diferencia entre lo ‘nuestro’ y lo de ‘ellos’. Algo que está en el fondo de ciertos planteamientos nacionalistas, pero también en el discurso de los políticos en general, que parecen más interesados en desacreditar al contrario que en buscar los puntos que tienen en común. De sus acuerdos brotarían decisiones políticas con un mayor calado y duración. Es la diferencia que hay entre un político vulgar y un político estadista. Por cierto, Bismark decía que el primero piensa en la próxima elección y el segundo en la próxima generación.

Y mirando la historia de la humanidad parece inconcebible que no hayamos aprendido que la propia identidad no se construye eliminando a los diferentes. Muchos de los conflictos que tienen una base religiosa solo se entienden porque las religiones se han dedicado más a condenar los errores de las otras que a compartir lo mucho que tienen en común. En el campo de lo social y en nuestra vida cotidiana hay que intentar construir puentes porque, como decía Ana Frank, asesinada en Auschwitz, «a pesar de todo, creo que la gente es realmente buena en su corazón».