Pedro Sanguino es uno de los veteranos de la fábrica, donde ingresó hace 28 años, concretamente en 1977. "Después de tanto tiempo de dedicación vemos un futuro poco halagüeño. Ni siquiera sabemos qué deuda vamos a cobrar o qué dinero podremos llevarnos a casa para tirar adelante mientras buscamos trabajo si esto se acaba. Tenemos niños en edad escolar, hipotecas como muchos ciudadanos, otras cargas", declara.

Sanguino deja "muy claro" que los empleados no quieren irse a la calle, "no somos derrotistas ni nos conformamos con el cierre, ni mucho menos", pero reconoce que "las cosas están así y se presenta un futuro muy complicado", sobre todo porque el empresario pidió la liquidación de la planta en el juzgado el pasado día 30 de septiembre.

"Desde que Carmona se hizo cargo de la fábrica en la primera quiebra, en el 2002, todo han sido buenas palabras, pero al final no ha hecho nada productivo. Los únicos beneficios se han generado gracias a nuestro trabajo, y encima nos redujo las nóminas y ha costado Dios y ayuda cobrarlas", relata molesto. Tampoco las palabras de políticos y sindicalistas "nos llevan a nada". Al final, agrega, "se genera más paro en la región con este tipo de empresarios, a los que se les permite dirigir una empresa sin ser solventes".