Antonio Macías Cava , al que todos llamaban El Navero, trabajó durante años en el Colegio San Francisco, aunque en su casa tenía igualmente su propia industria zapatera y además hacía muy buenos trabajos de composición de piernas ortopédicas. Antonio, que era un hombre 'multifunción' porque también fue picador y pintor, se casó con Soledad Nevado , con la que tuvo cinco hijos: Francisco , Clara , Antonia , Manuela y Teresa .

Vivían en la calle Amargura en una casa grande. Pasó el tiempo y los hijos del matrimonio fueron encaminando sus vidas: Manuela, la mayor, era ama de casa. Antonia se casó con un torero en Jaén y trabajó en el coso abriendo la puerta de los toriles. Francisco era guarda de jardines en Cáceres y mozo de espadas de Luis Alviz , y Clara se fue a Madrid a temprana edad, donde se casó.

Teresa, otra de las hijas de la pareja, estudió en la escuela de párvulos y después ingresó en el colegio de Cristo Rey, donde se educó con las monjas, que la enseñaron las primeras lecciones. Fue doña Petra Fernández y Fernández Trejo , una dama de la aristocracia cacereña, la que auspició este colegio en la ciudad. Su empeño llegado el final de su vida era promover la fundación de un centro para garantizar la educación de niñas pertenecientes a familias con escasos recursos económicos. Contactó entonces doña Petra con don José Gras y Granollers , un catalán que en 1876 había fundado en Granada la congregación de las Hijas de Cristo Rey.

Vivía doña Petra en el número 2 de la calle Mangas, justo en la casa que ahora ocupan los hermanos franciscanos de la Cruz Blanca. Doña Petra le puso como condición a don José que esperara hasta su fallecimiento para que la vivienda pasara definitivamente a propiedad de la orden. Así fue como en 1912, y tras la muerte de doña Petra, llegaron a Cáceres las primeras monjas de Cristo Rey, capitaneadas por la entonces general de la congregación, la madre Inés .

Tras su paso por Cristo Rey, tuvo Teresa una adolescencia preciosa, marcada por los paseos a las huertas de la Ribera. Allí, las parejas --siempre acompañadas--, compraban una perra gorda de higos, los jóvenes regalaban ramos de albahaca a las chicas y así iniciaban el noviazgo. Teresa estuvo siete años y medio hablando con el que luego se convertiría en su marido. Ella tenía 14 años cuando se conocieron en Fuente Concejo, donde Antonio Montes Payo , un chaval huérfano recién salido del hospicio trabajaba como hortelano. Antonio era hijo de Antonio y de Germana , un niño que al perder a sus padres ingresó en el Colegio San Francisco con uno de sus hermanos, donde pasó parte de su infancia y los primeros años de adolescente.

En Caleros

Antonio y Teresa, conocida en Cáceres como Teresa La Navera merced al sobrenombre con el que llamaban a su padre, se enamoraron perdidamente. Tras la boda, en los años 20, se fueron a vivir a la calle Caleros. Era feliz aquella vida, hasta que una discusión con la presidenta de la Casa del Pueblo a cuenta de las elecciones cambió la vida de La Navera. Esas desavenencias provocaron el ingreso en prisión de Teresa el 6 de marzo de 1936 con medio Cáceres concentrado en Santa María para verla pasar y escoltada hasta los juzgados por más de 20 policías.

Pasó La Navera ocho días en los calabozos que había al lado de la Audiencia Provincial de Cáceres, junto a una mujer acusada de haber enterrado a su hijo. Fueron días duros para Teresa, que apostada en la ventana de la celda cantaba saetas mientras muchos cacereños acudían al reclamo de su voz. Porque la saeta fue la gran pasión de Teresa La Navera, una afición que cultivó desde los 9 años cuando su padre la cogía a hombros en las puertas del ayuntamiento para que cantara al paso del Nazareno durante la Madrugada.

Gracias a la influencia de un conocido agente de negocios, Teresa salió de la cárcel. Su amistad con don Gonzalo Montenegro posibilitó que poco después la llamaran para ser pinche en la cocina del Palacio de los Golfines de Arriba que sirvió a Franco el día en que el Generalísimo se proclamó jefe del Estado.

Fue a mitad del mes de agosto de 1936 cuando Francisco Franco llegó a Cáceres, estableciendo en la ciudad antigua su cuartel general. La capital fue durante esos días centro de la actividad informativa puesto que desde aquí salían las noticias del movimiento español hacia todo el mundo. Corresponsales de guerra de Portugal, Francia, Inglaterra, Estados Unidos o Polonia llegaron hasta los Golfines y fue el periodista del Extremadura , Juan Milán Cebrián quien el 27 de septiembre a las diez de la noche dio a conocer que Franco había sido designado en Cáceres Caudillo de España, jefe del Estado y Generalísimo de los Tres Ejércitos.

Teresa y Antonio fueron padres de 12 hijos: Paquita , Alfonsa , Toñi , Teresa , Fernando, Soledad , que falleció en 1960 con tan solo 27 años, Hilario , Alfonso , Antonio y así hasta sumar 12. Antonio trabajaba en la diputación, destinado en el área de Tesorería, y Teresa estuvo gran parte de su vida como bedel del Colegio Mayor Universitario Francisco de Sande, donde residía junto a su familia.

Mantenían todos ellos una relación exquisita con muchas de las niñas que pasaron por ese colegio, y también con las hermanas de la orden de San Vicente de Paul, Sor Angela , Sor Lucía , Sor Engracia , Sor Teresa o Sor Martina , entre ellas. Era aquel palacio un lugar muy bonito, donde Teresa y su marido ocupaban una estancia en la planta baja, en la que se repartían los dormitorios familiares.

Allí estuvo durante muchos años Teresa, hasta que finalmente entró como encargada de limpieza del ayuntamiento en los años en que don Alfonso Díaz de Bustamante y Quijano estuvo como alcalde de Cáceres. Ya para entonces la familia dejó la Inmaculada y se trasladó a vivir a un piso de Hernán Cortés.

Los hijos de Teresa también fueron encaminando sus vidas. El pequeño de ellos, Fernando, nacido el 2 de marzo de 1951, estudió en el Cristo Rey y luego en el Padu hasta 4º de Bachiller. Ingresó después en la Escuela de Artes y Oficios Virgen de Guadalupe hasta que en 1971 entró en el ayuntamiento como agente censal con Aurelia Sánchez , más conocida por Aurelina , que era la responsable del departamento de Estadística.

Posteriormente Fernando, que también colaboró durante años con Cadena Cope, entró en el Archivo municipal con don Pedro Rubio Merino , sacerdote, canónigo de la catedral y archivero municipal, cargo que posteriormente desempeñaría Antonio Rubio Rojas .

Y así fueron los avatares de La Navera, a quien la memoria colectiva de los cacereños sitúa como la más popular saetera que ha tenido esta ciudad. El Adarve era su sitio. Desde allí cantaba al Nazareno, al Cristo Negro, al Amparo y la Vera Cruz. Cantaba saetas, gran parte de ellas compuestas por don Miguel Muñoz de San Pedro , conde de Canilleros, Lorenzo López Cruz , que fue párroco de Santiago, o el querido y recordado Juan García García , el poeta cartero, un hombre nacido en Ahigal que llegó a Cáceres para estudiar Oficial de Correos en la Academia Guardiola.

Por eso en nuestra memoria siempre quedará Teresa, la hija del Navero, la enamorada de Antonio a los pies de la Ribera, la dama de la saeta cacereña.