Se ha terminado esto en lo que he convertido la Navidad: comidas y cenas pantagruélicas, regalos a tía María y a la sobrina de la prima Encarna, quedar con l@s amig@s para beber, festejar al Niño Dios y cantar villancicos --el segundo de los asuntos está olvidado, y como lo de cantar villancicos nació en tierra de herejes, no lo hago, o sea, sólo bebo--.

Ya se ha terminado, afortunadamente, el arbolito iluminado --otra cosa de luteranos--, el señor gordo de rojo trepando por las paredes de las casas --un anuncio de refrescos--, los deseos de felicidad para toooooda la gente, los pensamientos de mejora --"Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy"--, y espero, fervientemente, que se termine la música enlatada en la calles, qué edulcoración más empalagosa.

Por otra parte, nada nuevo bajo el sol, o sea, las programaciones navideñas han sido iguales que los años anteriores: misma música, mismo repertorio, mismos intérpretes, mismos compositores... Por supuesto no pretendo imponer mi gusto --"mi amor es mío", que cantaba Bambino, genio entre los genios--, pero diré que he pedido a los Reyes de Oriente, que junto con Elvis Presley son en los que creo, un par de discos: ´American Folk´, editado por Putumayo World Music; y ´Live In London´ de Leonard Cohen, editado por Sony Music.

Y en lo más profundo de la casa del pueblo he escuchado la versión que de ´LºOrfeo. Favola in música´ de Monteverdi, hace Ensamble La Veneciana, mi disco favorito, y me he mojado los calzones, otra vez.