THtablábamos de literatura mientras tomábamos unas cervezas y tisanas. Los componentes de este Club Literario, se reúnen un viernes al mes. Siempre en El Corregidor, con Angela como secretaria, María, Angeles, Eladio y muchos más. Este grupo de distintas edades y profesiones, ambienta el bar El Corregidor, le da lustre. Ya los conocen los asiduos de las tardes y cuando saben que habrá reunión literaria escogen las mesas más próximas para escuchar sus lecturas. A los dueños del bar y camareros les consta que el club da brillo al local, sus palabras explotan en el aire y propagan la cultura por el salón, rompen la rutina de la tarde con sus sueños y nostalgias que salen de sus bocas al leerlas. Por eso, cuando me invitaron a asistir para hablar de mis libros, no lo dudé. Ya conocía a Mely, Jesús, Víctor, porque coincidimos en el Congreso de Escritores de Cáceres.

Fue un placer departir con ellos. La reunión resultó entrañable y las horas pasaron raudas, y en la orilla del bar cantó una voz de preguntas, sonó la luz del debate fluido, se escucharon en silencio los haikus, cuentos, microrrelatos, poemas. No aspiran a la gloria, disfrutan con las musas, sueñan, aprenden y comentan.

Trabajan afanosos y esperan que llegue ese viernes cuando el grupo se encuentra e ilumina, al compartir ilusiones y amor por las palabras. Y sin proponérselo, hacen felices a los asiduos de El Corregidor, que escuchan haciendo que no escuchan, y se deleitan con las lecturas en alta voz del grupo. Son una pauta para muchos y debe divulgarse esta iniciativa. No todo en la vida de las personas está marcado por las ofensas, la ordinariez y la falta de aficiones. Este grupo tiene ilusión y disfruta con lo que hace, sin desiertos de letras, proyectando escritos y musas y compartiendo sus creaciones. Que cunda el ejemplo.