Ponme tres cuartos de aceite, Galiche... Y Galiche cogía el lápiz de su oreja derecha, hacía las cuentas en el mostrador y te despachaba felicidad cómplice envuelta en papel de estraza. Eran los años 50 y la ciudad feliz compraba en las tiendas del barrio. Aún no había supermercados, los híper no habían llegado ni a Francia y Galiche era el encargado de una tienda de comestibles de la avenida de Portugal que pertenecía al mayor emporio detallista de Cáceres: García Hermanos.

Antes y después de la guerra civil, la ciudad feliz se surtía en una veintena de tiendas situadas en la plaza Mayor y alrededores. Eran comercios de ultramarinos finos porque en Cáceres, ya se sabe, siempre se compró con elegancia: ya fueran unos arenques en la tienda de Durán, ya fuera un cuartillo de azúcar blanca en la de Hijo de Saturnino Casares.

Durán y el hijo de Saturnino tenían los establecimientos puerta con puerta. El primero en lo que hoy es el bar La Dehesa de Santa María, el segundo, en el local que ocupan los guías turísticos junto a la torre de la Yerba. Muy cerca, justo al final de Pintores, Jabato abría su tienda de comestibles. Y más abajo, un cartel avisaba: "Ultramarinos Ildefonso Rincón y Hermanos, Sociedad Regular Colectiva".

Cuando Cáceres empezó a ensancharse hacia la estación de ferrocarril, Rincón abrió sucursal en la avenida de Portugal, cerca de donde García Hermanos tenía su tercer establecimiento. Los García contaban con otros dos en San Pedro y en la plaza del Duque. Precisamemte eran esta última tienda y la de Teodomiro Aparicio en General Ezponda las que surtían de chucherías a los carrillos de golosinas.

LENTEJAS, TOCINO Y BACALAO

Tiendas de ultramarinos del medio siglo... Entre hojas colgantes de bacalao, sacos de lentejas de la Armuña y piezas inmensas de tocino, la ciudad feliz certificaba cada mañana su vitalidad y marcaba con olores a sardinas secas, maderas viejas y vinagres de solera la memoria de los niños cacereños de los 50.

Recuerdos infantiles de una bomba manual sirviendo aceite en la tienda de Rufino Rubio, padre del cronista de la ciudad, en General Ezponda, de Domingo Muriel en la plaza del Duque, de hijos de Petra Campón en San Juan, de José Criado en José Antonio, de Augusto Regodón del Aire en Sancti Espíritu.

Tiendas de Jiménez en la calle Gallegos, de Mariano Mena en Santa Clara, de José Falcón en Sergio Sánchez, Juan García en Moret, Higinio Rodríguez en Ezponda, Bernardo Sánchez en la plaza de toros o Agustín Gutiérrez y Bernardo Cascos Paulín en Margallo.

En los años 40, cuando la ciudad feliz llenaba sus despensas en estas tiendas de barrio, sólo había una mujer al frente de un comercio minorista de alimentación. Se llamaba Luci y despachaba en Santa Gertrudis baja. Otro tendero muy popular era Alvarito, que abría colmado en la plazuela de la Soledad.

Medio siglo después, esta tienda sigue atendiendo a las gentes del barrio como en los años 40. "Alvarito se la traspasó a Andrés, después la cogió Teófilo Rivero, hace 29 años pasó a mi suegra, Teófila Carrasco. Desde 1977 la tenemos mi mujer y yo, que me llamo Reyes Holgado".

"Empezamos envolviendo en papel de estraza, pero nos transformamos a tiempo en pequeño supermercado y así aguantamos. Aunque orientamos los productos un poco hacia el turismo, la verdad es que quien nos mantiene es el barrio, el piqueo de cada día", resume Reyes su estrategia comercial de resistencia.

Alimentación Reyes es un monumento histórico del comercio minorista cacereño. Pero la expansión periférica de la ciudad feliz ha recuperado la familiaridad de la tienda del barrio, aunque ahora se llaman multitiendas y no reciben el nombre de su propietario, sino apelativos modernos como Chin o You. En Cáceres hay ya 80 y el alquiler mensual de los locales se ha disparado hasta los 6.000 euros. En España hay 200.000 que dan empleo a 1.7 millones de personas.

"Nosotros abrimos en el 97, cuando llegaron los primeros vecinos a Nuevo Cáceres. Ahora ya hay ocho", comenta Carlos, dueño de la multitienda Olimpia. Su esposa, Magdalena, certifica que el secreto de las tiendas de barrio cacereñas sigue siendo el mismo que tenía Galiche en 1950: "Tener paciencia, tener de todo y tener la sonrisa en la boca todo el día".