Con motivo del vigésimo cumplimiento del nombramiento de Cáceres patrimonio de la humanidad por parte de la Unesco cabe pensar en el necesario balance que todos los que nos sentimos cacereños debemos hacer con respecto a la situación actual y a la supuesta relevancia de dicha categoría para nuestra ciudad.

Algo tan importante como es pertenecer a ese escaso grupo de privilegiados que configuran tal distinción pasa de puntillas por nuestra ciudad monumental por parte del ayuntamiento, que nada hace por mantener con vida y plena vigencia nuestro casco antiguo, el cual pervive gracias a su inconmensurable riqueza y potencial enormemente demostrado en su capacidad de permanencia. No interesa ni siquiera que la iniciativa privada quiera arraigar e inyectar vida a nuestras piedras, torres, murallas y arcos que siguen siendo nuestra más importante seña de identidad. Solo son trabas las que se encuentran los románticos que renuncian a las comodidades para dar rienda suelta a la emoción milenaria.