Pasaban diez minutos de las dos de la madrugada del domingo y Womad 2009 ya era historia. Los sones cubanos de Elíades Ochoa y su banda acababan de poner el broche final a la decimoctava edición del festival, la más feliz de los últimos años. A esa hora comenzaba a llover con fuerza sobre la plaza Mayor, atestada de público para disfrutar de la música y la diversión que, durante toda la jornada del sábado, habían convertido el casco histórico cacereño en un hervidero. "Lo importante es que el público se vaya complacido", había dicho antes del concierto Elíades Ochoa, leyenda viva del proyecto Buena Vista Social Club que tanta fama mundial dio también a Compay Segundo, Ibrahim Ferrer y Joachim Cooder en el documental producido por el americano Ry Cooder y dirigido por Wim Wenders hace ahora una década.

Al ritmo cubano de Ochoa le había precedido la exquisitez del español DePedro, una de las nuevas sensaciones de la música nacional por su mezcla de estilos y un proyecto musical muy personal. Arropado por la banda americana Calexico, el artista siguió disfrutando tras su concierto en el backstage instalado en los soportales del ayuntamiento, por donde la consejera de Cultura, Leonor Flores, se había dejado ver para saludar a Elíades Ochoa antes de que pisara el escenario. Dania Dévora, directora del festival, alternaba las entrevistas con las televisiones desplazadas al evento con las charlas con Lara López, directora de Radio 3, emisora musical y cultural de Radio Nacional de España. El rostro de Dévora transmitía que todo había salido bien.

En las traseras del escenario, Isidro Timón, director del Gran Teatro, también permanecía atento al concierto de Ochoa, satisfecho por la masiva afluencia de público y la normalidad en el festival. Junto a él, José Carlos Macías, uno de los presentadores extremeños de un Womad en el que los cinco grupos regionales habían brillado a gran altura.

Con los espectadores de vuelta a casa o en busca de cobijo en soportales y bares de la plaza Mayor por la lluvia de la madrugada, Womad se despedía con sabor a piedra mojada y un objetivo cumplido: que la música haya servido, una vez más, para disfrutar a tope.