El despertador de Julián Franco ha sonado por última vez a las siete de la mañana en su casa de León Leal. Hoy es el último día que madruga para ir a trabajar. A partir de las tres de la tarde, quizás un poco antes, su empleo desde hace 34 años como oficial administrativo del Banco de España ya no existirá. Hoy es el último día de actividad de la sucursal de esta institución en Cáceres, desde la que se han abastecido de dinero los bancos de la provincia en los últimos 120 años.

Las colas son la nota destacada de las últimas horas. "Tener colas de más de diez personas es para nosotros fuera de lo normal, sólo cuando cambió al euro, y esta mañana --por la de ayer--, hemos tenido varios ratos con colas más numerosas", relata el director del banco, Antonio Bueno. La jornada de hoy se espera similar.

También se dan las últimas anécdotas. Ayer un hombre llevó para cambiar en euros 130.000 pesetas en monedas de 25 (la del agujerito). El miércoles se presentó otro con 300.000 pesetas en la misma moneda. "Todo el mundo deja las cosas para el final", afirma Ramón Alvarez, auxiliar de caja. Los que quieran euros por pesetas tendrán que ir a Badajoz de hoy en adelante si no quieren salir de Extremadura.

Alegrías y tristezas

El Banco de España morirá en Cáceres con las botas puestas o la caja llena , como se quiera, pero la despedida marcada por la reestructuración de esta institución en España deja un regusto más agrio que dulce, y no sin críticas internas al cierre. Los trabajadores manifiestan tener sentimientos encontrados. "No te haces a la idea de que ya no vuelves más. Han sido 35 años aquí, sientes nostalgia y esperanza por disfrutar de la prejubilación", comenta el director.

"Es un conflicto de sentimientos: una alegría importante porque te prejubilas pero con pena porque una institución como ésta desaparece de la ciudad", asegura Juan Baz, oficial administrativo.

A la una del mediodía, las puertas de la entidad financiera central, en el histórico edificio de la plaza Alférez Provisional, se cerrarán al público y no volverán a abrirse, excepto para vaciarlo de muebles y enseres a los que ya se les ha buscado destino: por ejemplo, la larga mesa de la entrada y sus asientos se irán a la delegación de Valencia, o los ocho maceteros blancos y típicos de la institución, que se llevarán a Madrid.

Todo tiene otro destino. También los trece trabajadores, entre ellos el cantaor cacereño Eugenio Cantero: nueve se prejubilan --los que tenían cumplidos 50 años cuando se firmó el acuerdo en el 2002-- y cuatro se trasladan, tres a Badajoz y uno a Barcelona.

Francisco Pizarro es el que viajará más lejos: Barcelona. A pesar de llevar nombre de conquistador, a este dombenitense no le apetecía a su edad --en enero cumple los 50-- y con un hijo de 14 años empezar a conquistar tierras catalanas, ni cambiar su piso de la plaza Mayor con balcón privilegiado frente a la torre de Bujaco por un pisito en la ciudad condal.

"Ha sido un drama familiar para algunos de nosotros y somos los perjudicados de esta reestructuración", asegura dolido. Ingresó en el Banco de España como botones en la sede central de la plaza de Cibeles de Madrid. Pasó por Barcelona, a la ciudad a la que ahora vuelve, y hace 15 años se trasladó a Cáceres. Hasta hoy ha sido auxiliar de caja y delegado de Personal.

Pizarro y los otros tres trasladados a Badajoz serán los encargados de ultimar la desocupación del edificio y el traslado del material. También seguirá de momento el control de seguridad por la Guardia Civil.

Lo que aún no está decidido es el futuro del edificio: ¿biblioteca pública temporal? ¿el ateneo? ¿nueva delegación de Hacienda? ¿sede de la capitalidad europea del 2016? Es una incógnita. A Julián Franco ya no le afecta. "Mañana --por hoy--, sabiendo que es el último día, me levantaré como siempre, temprano y despotricando contra el cierre del banco", afirmaba ayer. Después se dedicará a viajar y a pasear. Ya no necesitará el despertador.