Carlos Rovira no se comerá el turrón como subdelegado del Gobierno. Esta afirmación no contiene ninguna connotación peyorativa hacia el que ha sido durante años gobernador civil y subdelegado del Gobierno en Cáceres, puesto que si no llegará a Navidad en su cargo será debido a su jubilación.

Sobre esta persona se han vertido muchas descalifica-ciones a las que el periodista que suscribe no pudo abstraerse. Pero Rovira tiene un mérito que sólo conocen aquellos que les tienen más cerca: su tesón para aguantar las críticas y su interés por hacer las cosas como Dios manda . Rovira ha sabido sobrevivir políticamente durante años y siempre lo ha hecho desde la prudencia y el trabajo, sus dos mejores facetas. Su seriedad y fuerte temperamento contrastan con su carácter afable y amabilidad, virtudes que esconde de forma inconsciente y a las que sólo se llega con un acercamiento sincero y carente de prejuicios y resentimientos. En la nevera de sus memorias conserva a los amigos y en el mismo lugar congela las enemistades para que, en un futuro, el tiempo las borre. El último gobernador civil de Cáceres se va con la cabeza alta con la certeza de haber actuado siempre de buena fe. Así es y así será.