Antonio Sepúlveda El Mojaco fue "un enamorado del toro y más que del toro, de la gente", recordó Emilio de Justo, uno de los alumnos del desaparecido maletilla cordobés que, afincado en Cáceres desde muy joven, se desvivió por la fiesta nacional. "Fue un romántico del toreo y yo le llevo en el corazón", concluyó De Justo.

Manuela Blanco, la viuda de El Mojaco, y sus cuatro hijas, Nuria, Alma, María José y Eloísa, recibieron con lágrimas las muestras de cariño y respeto hacia la figura del maletilla manifestadas en el homenaje que se le rindió ayer en lo que fue su templo de devoción, el coso taurino. Allí permanecerá para la posteridad una placa en memoria de su labor y su pasión, que fue descubierta por su viuda en un acto al que asistieron varios concejales, familiares y amigos de El Mojaco y aficionados taurinos.

Antonio Sepúlveda nació en Posada (Córdoba) en 1943. Aterrizó en Cáceres en la década de los 50 y vivió con la familia Sánchez Cáceres. Fue mozo de espada de Sánchez Cáceres, Manolo Martínez y Emilio Rey y profesor de la escuela taurina de la que salieron Emilio de Justo o Dani Morales. "En él destacaba su humanidad y eso es lo que inculcó a los alumnos", evocó Emilio Rey.

Su dedicación a la escuela taurina era puro altruismo y amor por el mundo del toro. "No cobraba nada", aseguró el concejal José Antonio Villa, quien defendió la oportunidad de este homenaje a una parte de "nuestra intrahistoria".

El Mojaco compartió 42 años de su vida con Manuela Blanco. "Era una persona entrañable y el mundo del toro nos dio muy buenos días y algunas malas noches", rememoró ella. "Nos inculcó desde niñas el amor por los toros --añadió su hija Nuria--, para él era su vida, así que la escuela taurina y los aficionados eran una gran familia para nosotros". El Mojaco murió en el 2005, pero Cáceres ya no le olvida.