El verano del 2005 fue el mejor que había vivido Domingo P. P. en los últimos años. Lo dijo él mismo, aunque entonces no sabía que sería el último. Domingo había pasado unos días en un cámping de vacaciones con otros internos del centro Ozanam como una experiencia piloto este año, y había vuelto muy contento.

En unas declaraciones suyas que recogía este diario por un reciente reportaje sobre el centro, se mostraba esperanzado con su futuro, con la idea de montar una empresa --para lo que pedía comprensión y apoyo a la sociedad-- y de ganar por fin la batalla a una adicción que arrastraba desde los 17 años. Pasó por varios centros de España para desintoxicarse. Aseguraba que "poco a poco" estaba saliendo del agujero que incluso le había llevado a traficar. "De la droga no se puede huir --confesaba a este diario--, hay que hacerle frente". Domingo lo intentó, aunque no consiguió ganar la última batalla.