A finales de los años ochenta, los propietarios de los terrenos donde hoy está ubicada la urbanización Sierrilla-2 se constituyen en junta de compensación para convertir la propiedad rústica en urbana. Hasta aquí, nada que objetar.

Pero, cumplidos todos los trámites legales y las cesiones que marca la ley, aparece un apartado en el que se pone de manifiesto que, antes y después de la recepción, todos los gastos --luz, pavimentaciones, deterioro de acerados y cualquier tipo de avería o desperfecto que se produzca-- serán por cuenta de la junta de compensación (en aquel momento formada por los propietarios de los terrenos. Hoy, por los que aquí tenemos nuestras viviendas). Flaco favor hizo el ayuntamiento a los actuales propietarios y bastante a aquéllos.

Recepcionada la urbanización con fecha 15 de diciembre de 1997, hoy seguimos soportando todos los gastos. Hacia el año 2000 aparece una nueva figura jurídica: entidad urbanística de conservación. Seguimos igual: pagamos todo.

Somos una de las asociaciones de vecinos de esta ciudad que no dispone todavía de sede social. Aun teniendo áreas para zonas verdes, zonas institucionales, comerciales, de aparcamientos y otros usos, todo está peor que en su estado primitivo: bosque, sin la citada sede social, sin aparcamientos, sin comercio, etcétera. Y como ciudadanos de Cáceres cotizamos nuestros impuestos.

Hasta no hace mucho, para desplazarte a la ciudad en autobús urbano teníamos que hacer una excursión gratuita al polígono de Las Capellanías. Hoy ya no.

Pero en estos momentos, y como consecuencia de la ampliación de la carretera Nacional 630, algunos vecinos tendrán en su cocina, dormitorio u otras dependencias algún vehículo. No más de diez metros de separación. ¿No podría haberse hecho la ampliación por la orilla contraria? ¿A quién debemos agradecer tan agradable idea?

¿Para cuándo los equipamientos? ¿Cuándo seremos considerados ciudadanos como el resto de los cacereños?