Toda la ciudadanía estaba de acuerdo: "El Womad en Cáceres debe hacerse en la ciudad antigua siempre que se garantice la seguridad y se preserve el patrimonio". Porque lo que diferencia este evento de cuantos se puedan hacer en el mundo es el recinto. Sin embargo las últimas experiencias no abonaban esta opinión, sino todo lo contrario y fue necesario adoptar medidas.

Las instituciones emprendieron una campaña informativa en la que dejaron claro que había dos recintos: uno, el del festival, en el que estaba prohibido introducir bebidas, y otro, el del botellón, en el ferial.

Puesto que ni eso ni la presencia policial lograría disuadir a algunos botelloneros se decidió concienciar a la población de que, si quería que continuara el festival que tanto publicita el nombre de la ciudad y tantos ingresos origina, había de jugar un papel decisivo y crearon el cuerpo de Voluntarios Womad. Comprometieron a los partidos, especialmente a sus juventudes, a las asociaciones vecinales, culturales y a cuantas personas se sintieron atraídas por la idea.

Los voluntarios tenían como misión hacer comprender a los botelloneros que habían de abandonar las bebidas en un contenedor si deseaban pasar al recinto. Obligatorio entrar meados. En caso de encontrar resistencia habrían de solicitar el auxilio de las fuerzas de orden público. La experiencia fue un éxito. El Womad se celebró en la ciudad monumental, que permaneció impoluta, gozó del favor del público cacereño y foráneo, y mereció las primeras páginas de la prensa. Los cacereños fueron conscientes del valor de su ciudad y dieron un ejemplo de compromiso con ella. Los botelloneros siguieron a lo suyo.