El asunto de las pintadas en Cáceres está tomando matices ya insoportables y que rozan la actividad delictiva. Se ha pasado de las consignas ultras, racistas y pornográficas a ilustraciones cuyo objetivo no es otro que poner en juego la vida de los ciudadanos. Esto es lo que sucede hoy con los graffiti que emborronan las señales de tráfico a lo largo de la carretera N-630. Si ya de por sí es difícil mantener el tipo a la hora de circular por esta vía, llegan unos gamberros, y, movidos sólo por el arte de hacerse notar, eliminan la señalización de un plumazo. Es hora ya de poner freno a tanto desatino y ya no basta con intentar jugar limpio con personas que atentan contra la seguridad de las personas.

El concejal Raimundo Holgado tiene una difícil tarea; su buena voluntad no ha sido suficiente para que todo esto se desmande; por ello, deben ser hoy los auténticos artistas del aerosol los que denuncien a aquellos que entienden esta actividad como su mejor arma para acarrear alguna desgracia. Es hora de actuar con contundencia, no sólo por parte de la Administración, sino también por parte de aquellos jóvenes que ya han dado la cara y que unos pocos pueden empañar sus inquietudes artísticas más legítimas.