Mira que se lo tengo dicho a José Luis Bermejo: "Ten mucho cuidado con lo que publicas que luego pasa lo que pasa". Bueno, pues ni caso. Hace unos días tituló una información de la siguiente manera: "Cada cacereño viajó setenta veces en un autobús en el año 2003". Y en casa se ha armado la gorda.

No hago más que llegar al hogar, y me suelta mi santa: "¿Se puede saber a qué sitios vas tú en autobús?".

Porque mi santa sabe que estoy a punto de afiliarme, si me lo permite su presidente de honor, a la ONG llamada CATOVI (Cacereños de toda la vida) y por lo tanto, como no podía ser de otra manera, mi recorrido va desde Cánovas a la plaza Mayor, con una visita a los orígenes, Cuesta del Maestre, Caleros, Santiago, Hornillo y una subida al santuario de la Montaña.

No para quemar algo, pues si quemo algo ya ni se me ve, sino para ver a la patrona. Y para esos viajes no es necesario usar el autobús.

"Pues... ¡Ah, sí! a las Capellanías para recoger el auto tras un cambio de aceite". Insuficiente. "¿Y cuantas veces cambias el aceite? Pues ni que fuera una freidora". Como lo utilizo poco, dos veces al año. "Todavía te faltan sesenta y ocho".

¿Y cómo llega uno a sesenta y ocho viajes que no susciten sospechas? "¡Ya está! A la universidad". O sea, que a estas alturas quieres hacerle creer que estás haciendo una carrera o un máster. Tú no sabes lo lista que es la policía.

"Pero si yo no viajo en autobús casi nunca". Eso se lo dirás a todas. Cuando lo dice EL PERIODICO EXTREMADURA, que te conoce bien, es porque lo sabe de buena tinta. "Bueno, una vez fui a Aldea Moret". ¡Ja! ¿Y qué hacías tú en Aldea Moret? "Me encargaste buscar un calderero".

Todavía te hacen falta sesenta y cuatro viajes más. "Pues, la verdad, tendré que preguntarle a Bermejo a dónde he ido". Pero no lo publiques, bandido.