Los caminos de la vida es algo así como un libro de viaje en el que convergen cielos, señales de tráfico, carreteras y playas que conducen a un mismo destino: el de las sensaciones que el fotógrafo Carlos Criado (Cáceres, 1965) ha captado en su objetivo a través de 33 instantáneas que recorren los últimos viajes que el artista ha realizado por Extremadura, Andalucía, Irlanda y Portugal, país este último elegido para exponer su colección de paisajes. Todos ellos pueden verse este mes en el Museo Municipal de la Fotografía de Elvas, donde Criado da buen ejemplo de la calidad técnica y compositiva que ha alcanzado en su carrera.

Tras 11 años dedicado profesionalmente a la fotografía, Criado se encuentra en un momento de su vida en el que quiere dedicarse más a sí mismo, o mejor dicho, a dar rienda suelta a su obra artística. Y lo hace cuando siente que ha llegado el momento de enseñar al gran público los logros alcanzados tras años de aprendizaje e investigación. "Ahora estoy seguro --confiesa-- de que expongo algo que quiero exponer". Y aunque el autor ha participado en muestras colectivas (CinQuenta fotógrafos fue una de ellas) y ha realizado una en solitario en los escaparates de Pintores, lo cierto es que Los caminos de la vida marca el principio de una nueva trayectoria que seguirá compatibilizando con su ya conocido estudio fotográfico de la calle Colón.

En esta exposición Criado combina la fotografía digital y los métodos tradicionales. Para ello se vale de su Nikon D1X y de una Hasselblad 503 cw. Todas las imágenes están retocadas digitalmente, "pero ninguna de ellas se ha manipulado. Ni se quitan ni se añaden elementos --reitera el fotógrafo--, solo se corrigen colores, densidades y contrastes". El trabajo da como resultado este conjunto en el que se indaga en rincones extremeños: Cabeza del Buey, Guadalupe, Valdesalor, Don Benito, Medellín, Montánchez o el mítico Arco de la Estrella de Cáceres.

En Los caminos de la vida se ven carreteras, "porque me gustan sus líneas y su profundidad", dice Criado. También se juega con el eterno binomio vida-muerte a través de las nubes --"porque nos llevan camino del cielo"-- y de un cementerio irlandés "porque nos lleva, ¿dónde, al infierno?" (risas).

La exposición nos muestra un barco de guerra navegando por las playas de Rota, dos caballos en Montánchez --uno blanco y otro negro-- como canto a la igualdad, o el agua --siempre símbolo del camino de la vida--, que corre aprisa por un acantilado de Mooar.