El recinto intramuros no comenzó a poner nombres a sus vías y callejuelas hasta el XVIII, es decir, cuatro siglos después de iniciarse esta costumbre en el resto del concejo. Solo tenían denominación dos espacios: la portería de Jesús o calle Amargura, y la Quebrada o barrio de San Antonio, de modo que los escritos siempre aludían a la calle Real, que era cualquier vía pública.

Los primeros nombres eran muy recurrentes y se tomaba el del recinto más cercano: Santa María, San Mateo o Cuesta de la Compañía (por los jesuitas). Después llegaron los nombres de personajes, como la cuesta del Marqués, en alusión al Conde de Santa Marta y Marques de Torre Arias, propietario del palacio de los Golfines, uno de los personajes fundamentales del XVIII y XIX por su papel en la Guerra de la Independencia, en la guerra carlista y en todas las convulsiones del reinado de Fernando VII. También la calle Conde, por los Condes de Adanero y marqueses de Castro Serna, que poseían allí un palacio (hoy Torre de Sande) o, ya más actual, el Conde de Canilleros (gráfico), importante intelectual que tiene una plaza junto al palacio de Moctezuma.