Una herida de bala acabó con la vida del cacereño Miguel Iñigo Blanco cuando solo tenía 23 años. Ocurrió en San Sebastián el 9 de mayo de 1978. Era guardia civil, pero mientras trabajaba en los alrededores del cementerio de Polloe, los terroristas cargaron con metralletas contra el coche en el que patrullaban él y otros tres agentes. Blanco recibió dos balazos en la cabeza y días más tarde falleció en el hospital. "Mi madre nunca lo encajó. Se murió de pena", decía ayer la hermana de Miguel Iñigo Blanco después de la inauguración del monolito en recuerdo de las víctimas del terrorismo, instalado en la calle Estambul de Nuevo Cáceres y a la que asistió la presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, Maite Pagazaurtundúa.

El 4 de octubre de 1978 otro ataque de ETA se llevaría para siempre a Avelino Palma Brioa. También era guardia civil. Escoltaba junto con otros compañeros la salida de la vuelta ciclista en Salvatierra de Alava cuando un comando terrorista les disparó a bocajarro. Tenía 30 años y dejó solos a su mujer y sus hijos de dos y tres años. "Recibir la noticia fue un bloqueo total", explica su hermano, al que aún le cuesta rememorar el que fue el peor momento de su vida.

Ayer la ciudad de Cáceres inauguró el monolito, que simboliza una llama encendida por todas las víctimas de atentados. Es una escultura de hormigón revestida de chapa pintada de blanco, con cerca de siete metros de largo y elaborada por un taller de la Universidad Popular dirigido por el artista y profesor de la misma, Andrés Talavero. "Es una escultura que inspira serenidad y que reflejará la luz de la memoria", dijo la alcaldesa de Cáceres, Carmen Heras. La idea partió hace dos años del presidente de Nuevo Cáceres, José María Tovar. Ayer, muy agradecido por haberlo conseguido, recordó que la escultura es "un homenaje a la encomiable lucha y tesón de las víctimas".

"El monumento recuerda la dignidad de las víctimas a las que les arrebataron sus derechos. Su silencio hablará por sí solo", dijo el presidente de la Asociación Extremeña de Víctimas del Terrorismo, José María Antón. Por su parte, el coordinador general de presidencia de la Junta, Alejo Salas, hizo hincapié en que las víctimas "nunca reclaman venganza, sino que se cumpla la ley". "No cabe mayor nobleza", añadió.

A los pies de esta llama encendida, las letras de un libro abierto para que su fin no caiga en el olvido: "La ciudad de Cáceres con las víctimas del terrorismo. Perduraréis siempre en nuestro recuerdo".