Felicia se pasa la mano por su barriga de ocho meses y exclama: "Ha sido un milagro". Como esta rumana de 23 años y su hijo, que estuvo el lunes a punto de perder cuando un coche la embistió en la avenida de Cervantes, Alejandro, Ascensión, o Montaña, otras de las siete víctimas de los cinco atropellos ocurridos hasta ahora este verano en Cáceres, se recuperan lenta y dolorosamente de sus heridas.

Felicia solo es la última superviviente, de momento. Pero en su caso son dos vidas las que estuvieron en peligro. Algún día le contará a su hijo, al que llamará Alejandro, que estuvo a punto de no nacer por culpa de un conductor "insensato e inconsciente" de 22 años que, lamenta ella, "no será ni el primero ni el último".

Ayer por la mañana recibió el alta médica de Urgencias y ha vuelto al centro de acogida de inmigrantes de Acisjf donde vivía. Con sus casi dos metros de estatura y su avanzado estado de gestación, parece imposible que el conductor no la viera sobre el paso de peatones. "No me acuerdo de nada de lo que ocurrió. Estaba cruzando y de repente me dolía todo el cuerpo, me vi en la ambulancia con un collarín", relata.

Heridas

Tiene un ojo y la nariz hinchados, pústulas incipientes en toda la cara y una cédula cubre todo su brazo izquierdo, desde la muñeca hasta el hombro. "Me cosieron en este brazo", señala e intenta levantarlo pero un calambre que le hace estremecerse del dolor, se lo impide. Solo puede tomar paracetamol por el niño, por lo que los dolores "son insoportables --dice-- ,apenas duermo porque no puedo casi moverme".

Dejó la piel en el asfalto. Las heridas se reparten por las manos, la cabeza y el resto del cuerpo. La barriga inexplicablemente se libró. "Algo debió protegerla, casi no puedo creerlo", comenta subiéndose la camiseta para mostrarla. Le quedan unas tres semanas para que nazca el bebé. Cuenta que él fue el motivo por el que dejó Husi, su pueblo en Rumanía. "Quería ofrecerle algo mejor, en mi país es imposible", explica.

Viaje al hospital

Llegó a España hace casi seis meses, dice que sola ya que está separada del padre del niño. No tiene papeles, aunque ha trabajado en Cabezuela en la campaña de la cereza. "Ahora en mi estado ya no podía trabaja, así que me vine a Cáceres".

El lunes por la mañana iba a la estación de autobuses para informarse de los viajes a Málaga. Allí tiene una amiga con la que quería pasar unos días, pero un coche se cruzó en su camino y "en vez de en la playa, me desperté en el hospital", afirma con una sonrisa a pesar de todo. Ahora solo espera recuperarse para poder coger a su hijo Alejandro cuando nazca.

Otro Alejandro, pero este ya de 16 años, ha tenido menos suerte después de que otro coche lo arrollara el 28 de julio cuando iba con su moto por la Fuente Luminosa. Aún sigue en coma en la UCI del hospital del Badajoz, aunque ya sin la respiración asistida. Sus padres viven en vilo desde entonces en la residencia para familiares que tiene el complejo hospitalario pacense. Apenas se han separado de él. "Parece que ha recuperado un poco de sensibilidad porque le pellizcan en la pierna y lo nota", cuenta un amigo.

En el mismo hospital, otra cacereña, Ascensión, de 41 años, trata de hacer frente de nuevo a la vida con "ánimo" pero "lentamente", explica su marido por teléfono desde la habitación de Traumatología que ocupa su mujer. "No recuerda nada" de lo que ocurrió en el 27 de julio en la avenida de la Hispanidad cuando cruzaba un paso de peatones y un coche, conducido por un joven de 23 años --que se ha interesado por su evolución--, se la llevó por delante. Sabe que iba a un curso al centro del Sexpe, pero no llegó a clases.

La curación del tiempo

Llegó un día antes que Alejandro a la UCI del centro pacense, pero ella pudo abandonarla al segundo día. Le quedan dos coágulos en el cerebro que necesitan tiempo para disolverse y una rotura de la cabeza del peroné, de la que fue intervenida el viernes. "Dentro de lo que cabe, está bien --confirma el marido--. Es cuestión de tiempo".

Y sobre todo tiempo es lo que necesita Montaña Prado. Más para asimilar el dolor interior con apoyo del psicólogo que para curar su tobillo roto y escayolado. Por eso prefiere no hablar con periodistas y es su cuñado el que explica su estado. "Se recupera de las heridas físicas, las otras requieren más tiempo" , dice.

La vida de Montaña se tambaleó el 9 de julio en el parque del Príncipe después de que un motorista la atropellara brutalmente a ella y a su amiga. Al menos Montaña, como Alejandro, Ascensión o Felicia, pueden contarlo. Sara Cartoy, la amiga que acompañaba a Montaña en su fatídico paseo, de 42 años y con dos hijos, no puede. Ella no sobrevivió.