La mayoría puede decidir qué hacer hoy con su vida: ir al médico, al cine, al teatro, a pagar una multa, ver la tele en casa o acudir a un concierto. Para la población sorda cualquiera de estas tareas entraña una seria complicación, sobre todo por la escasez de intérpretes.

Claro que hay discapacitados auditivos como José Antonio Bermejo, de 30 años, que se atreven con todo. Una meningitis le dejó sordo con tres meses. "Mi padre advirtió que ya no atendía a la voz, a las palmas. Se asustaron y me llevaron a muchísimos médicos del país. Alguno dijo que no podría desarrollarme como persona". Tuvo que acudir con 14 años a una clase de niños de 11, hasta que por fin encontró un colegio en Madrid donde se sintió cómodo con su lengua, la de signos.

Hoy trabaja en Waechtersbach, es presidente de la Asociación de Sordos y tiene amigos oyentes. "Si por ejemplo van a un concierto, pues me apunto y bailo. Sentimos vibraciones". De la televisión le gustan las películas subtituladas, pero en los cines cacereños no las hay, "y nos encantaría". También lanza otra petición: "Que subtitulen el informativo regional". Las nuevas tecnologías le han venido como anillo al dedo: "Usamos los mensajes de móvil, hablamos por Internet, utilizamos la webcan para la lengua de signos...". Pero confiesa que lo que más molesta al colectivo es tener que acudir al médico con la familia. "Nos protegen, pero necesitamos intérpretes que nos den más independencia", explica.